martes, 15 de diciembre de 2009

DICIEMBRE


FOTOGRAFÍA

DIANE ARBUS


De todas las escenas impactantes que Jonathan Demme filmó para El Silencio de los Corderos, una de las más difíciles de olvidar es aquella en la que el asesino baila desnudo y se esconde la colita con los muslos. Algo parecido ocurre con El Resplandor, la película de Kubrick, y la inquietante aparición de dos gemelas idénticas al final del pasillo. ¿Qué tienen en común estas dos imágenes, más allá de formar parte de la cultura popular? Que las dos están inspiradas en fotografías de Diane Arbus.



Hay muchas maneras de presentar a Diane Arbus. Una es, como ya ha quedado demostrado, hablar de la tremenda influencia que ejerció en el cine. Otra, contar que la gente se volvía loca por ir a ver su exposición de 1972 en el MoMA, la primera de un fotógrafo en solitario que convocó, ojo al dato, a más de doscientas cincuenta mil personas. Según dejó escrito Susan Sontag, Diane Arbus fue quien dio la puntilla definitiva al buen rollo americano con sus fotos de frikis y de gente deforme. Una muchachita modosa, chiquitina, de piernas bonitas y ojos como platos, que se suicidó antes de cumplir 50 años. Y a cuyo entierro en Nueva York acudió, después de haber atravesado el mundo desde París sólo para eso, el mismísimo Richard Avedon.
Para mí, Diane Arbus juega en la misma liga que Caravaggio o Modigliani: es uno de esos personajes de la historia del Arte de los que te leerías una biografía sin cuadros. Cuanto más la conoces, más te preguntas si no será cierto ese tópico cursi según el cual la vida de un artista atormentado es más fascinante que su propia obra. (Oh, Dios, espero que esto no lo lea ningún profesor).

Os cuento: los padres de Diane estaban tan podridos que la chiquilla ni se enteró de que el mundo había entrado en barrena cuando la crisis del 29. Mientras otros fotógrafos como Dorothea Lange o Walker Evans retrataban la miseria de las uvas de la ira, ella era una cría que se aburría en su piso de catorce habitaciones de Central Park. Así seguiría hasta que cumplió catorce años, cuando se enamoró de un tipo infinitamente más pobre que ella y juró que se casaría con él. Diane se pasó cuatro años dando la lata, pero se salió con la suya. Allan Arbus (el apellido es suyo, ella lo tomó al casarse) era tan rarito como ella, y los dos hicieron una pareja perfecta de fotógrafos de moda. Mientras las modelos posaban, ellos cuchicheaban y soltaban risitas cómplices. Y todo el mundo hablaba de lo tímidos y monos que eran.

La parte más jugosa de la historia, sin embargo, no llega hasta los años sesenta. En esta época la vida de Diane pega un vuelco y pasa de ser un modoso cuento de hadas a convertirse en un siniestro descenso a las cloacas de terciopelo que salen en Cowboy de medianoche. Separada de su marido, Diane comienza a hacer fotos por su cuenta. Sus modelos serán los tipos más raros de Nueva York, deformes sacados de un vídeo de Marylin Manson, meretrices, travestis, patriotas o muchachitas blancas que se quedaban embarazadas del negro más chungo del parque. Después de haber crecido en un simulacro de vida con olor a abrigo de visón, Diane buscaba experiencias extremas. Iba por la calle, veía a un enano y le preguntaba si la invitaba a su casa a que le hiciese fotos en el sofá. O se apuntaba a una orgía. O celebraba el cumple de un transexual sin amigos en una mugrienta habitación de hotel donde los yonkis se morían de sobredosis.

La tragedia de Diane es que siempre sospechó que nadie entendería por qué hacía esto. Algunos la acusan de sensacionalista; otros, de haber confundido el concepto “parque de atracciones” con el concepto “miseria ajena”. Por mi parte, creo que la clave está en comprender que ella utilizaba la fotografía como excusa, y no como herramienta para conocer el mundo. Y, consecuentemente, que lo suyo era más parecido a vivir una aventura personal que a dejar una obra de arte para el resto de la humanidad. A partir de aquí, no me digáis que no, dan ganas de replantearse lo de ir a un museo, porque lo divertido de un cuadro no es verlo… sino pintarlo.

Rfa.

GALERÍAS


Berlín / Galeríe Alexandra Saheb
Steven Black - Steven Black

La Galería Alexandra Saheb presenta por cuarta vez a uno de sus artistas predilectos. La vida no se encuentra dentro del movimiento, sino en los trazos de las pinturas de Steven Black. Con sus obras confronta al espectador con imágenes de sus modelos que aparecen en diferentes poses, a menudo extremas. Los retratados parecen petrificados como figuras de cera y, como si de un análisis microscópico se tratara, Black se aproxima a la superficie y llega hasta lo más profundo de la piel como si estuviese buscando y encontrando lo vivo en ese lugar. Incluso va más allá cuando parece penetrar en la superficie para, literalmente, invertir el interior hacia el exterior. Por primera vez se mostrarán, además de retratos individuales y de grupo, imágenes abstractas. Son primeros planos de sus obras habituales, recortados y ampliados, que sirven para reunir los resultados de las investigaciones pictóricas del artista.

Hasta el 19 de diciembre


Berlín / Merry Karnowsky Gallery
Kill Pixie (aka Mark Whalen) - Supreme Beings

Kill Pixie comenzó como artista de graffitti en las calles de su ciudad natal Sydney (Australia). Una vez hecha la transición del arte urbano al de las galerías, los materiales elegidos para sus obras se convirtieron en tinta y acrílico con papel montado sobre paneles de madera recubiertas de resina brillante. En sus últimas obras presentadas bajo el título Supreme Being en la galería Merry Karnowsky, los humanoides enmascarados de Pixie habitan en piscinas celestiales y spas dentro de futurísticas casas de baños donde la gravedad pierde todo significado. Pinturas geométricas y de colores extravagantes inspiradas en el arte popular, la cultura urbana y las ciencias mecánicas. Todas ellas con una reinterpretación muy personal de la lucha universal humana entre los instintos antagónicos de libertad y control de la era contemporánea.

Hasta el 19 de diciembre

Críticas de Sara Alfonso



Londres / Josh Lilley Gallery
"Mixtilínea" - Belén Rodríguez
La fiebre española ha llegado a Londres: mientras una serie de obras españolas del siglo XVII decoran las paredes de la National Gallery, Belén Rodríguez triunfa con una exhibición en la que presenta parte de sus proyecciones, instalaciones y trabajos en papel. Con ellos, la artista, que vive y trabaja en Viena, reflexiona sobre el tiempo a través de conceptos como la observación o la banalidad en la vida diaria. Y en varias de las obras la artista registra su propia experiencia personal. En la instalación Timeline, obra estrella, aparecen fotografías de los lugares donde estuvo la artista en un periodo de 24 horas mientras hacia sus actividades cotidianas en su ciudad natal y un pequeño tren recorre las imágenes como si de viaje espacio-temporal se tratara. Otra obra, Swiss Notebook, nos hace reflexionar sobre la capacidad de coleccionar y ordenar memorias, notas y recuerdos del ser humano. Simbología y realidad conviven en el mismo espacio.

Hasta el 20 de enero.


Londres / Grosvenor Gallery
“ANGLO-INDIAN EXPRESS”

A principios del siglo XX India se encontraba bajo manos británicas. Aunque India consiguió la independencia en 1947, el contacto entre los dos países se ha mantenido durante años. Hoy en día las calles de Londres se encuentran repletas de personas de origen anglo-indio, una mezcla que ha enriquecido la ciudad. La galería Grosvenor ha querido celebrar este contacto entre Oriente y Occidente con una exposición de obras creadas por artistas que han vivido en el Reino Unido pero que son parte de los dos mundos. De ellos se ha elegido trabajos que se han convertido en el billete de viaje para los visitantes que pueden visitar un país lejano sin necesidad de moverse de Europa. Entre estos artistas se encuentran reconocidos creadores ya muertos como Francis Newton Souza, parte del Progressive Artists´ Group, o creadores todavía en plena ebullición como Dilip Sur or Durvasula. Las puertas están abiertas para todo aquel que quiera emprender el viaje.

Hasta el 9 de enero.

Críticas de Naiara Valdano.

CRÍTICA DE CINE



UN LUGAR DONDE QUEDARSE

Esta es la segunda película de Sam Mendes (director de “American Beauty”) que se estrena este año en nuestro país. La primera, la extraordinaria “Revolutionary Road”, había dejado no obstante un regusto amargo por su desesperanzada visión de la familia norteamericana. Parece como si la ligera “Un lugar donde quedarse” hubiera servido a Mendes como una especie de terapia. Porque, a pesar de que hay lugar para el sarcasmo y la crítica a distintos estamentos de la sociedad americana, el encanto humilde de la pareja protagonista (interpretada por actores no famosos) contagia al espectador en una historia en la que sí hay un horizonte de esperanza. Únicamente algún trazo demasiado grueso en los retratos más irónicos se sale de un conjunto bastante equilibrado.


LUNA NUEVA

Es innegable que la saga “Crepúsculo” se ha convertido en un fenómeno de masas. Pero eso no quiere decir que detrás de ese éxito haya una propuesta cinematográfica digna.
Lo peor de “Luna nueva” no es el diálogo cursi; tampoco la descarada estética de anuncio de ropa interior masculina; tampoco los efectos especiales de segundo nivel. Lo peor de este subproducto, en definitiva, no es que sea malo, sino que es aburrido, el único pecado que no puede cometer el cine comercial. La línea argumental es mínima, pero se desarrolla de forma lenta a lo largo de dos horas eternas e insufribles. Además, la heroína que millones de chicas admiran resulta no tener interés por nada: se pasa la película mirando por la ventana y pensando en suicidarse. Una chica que se entrega de forma sumisa a una relación que la consume no es un ejemplo muy edificante.


PERFIL: JAMES CAMERON
(Director de “Avatar”, estreno de este mes):

Tras la intrascendente “Piraña 2”, Cameron se presentó ante el mundo con un clásico de la ciencia-ficción: “Terminator” (1984), en la que inventaba un icono basado en las pesadillas tecnológicas de “Blade Runner”. No es extraño, pues, que le ofrecieran dirigir la secuela de la otra obra magna de Ridley Scott (“Alien”): el “Aliens” (1986) de Cameron recuperaba la atmósfera malsana del original y lo amplificaba hasta convertirlo en un espectáculo de acción en cuyo corazón latía la humanidad de la historia de Ripley. Tras bajar un poco el nivel con “Abbyss” (1989), Cameron ofreció otro clásico, “Terminador 2” (1991), una historia que ampliaba y mejoraba el original, unida a unos revolucionarios efectos digitales. Tras internarse con éxito en la comedia de acción (“Mentiras arriesgadas”, 1994), Cameron batió todos los records de taquilla y de Oscars con “Titanic”, hábil mezcla de espectáculo y romance, al estilo del viejo Hollywood.

Federico Alba.

CINE


TOD BROWNING


El círculo de Bellas Artes de Madrid saca de nuevo a relucir a algún cineasta olvidado y hace, hasta el día 20 de diciembre, un ciclo dedicado al prolífico director (también actor, guionista y productor) Tod Browning.

Tres de la mañana, la casa totalmente en silencio y un insomnio que no sé como abatir, asi que, en vista de que voy a escribir un artículo sobre Tod Browning, decido empezar a investigar sobre el tema. En la página del Círculo de Bellas Artes me advierten de que voy a lidiar con un señor que hacía cine de lo más excéntrico allá por los años treinta. Cuán equivocada estaba cuando pensé que me encontraría con películas del tipo Intolerancia, El acorazado Potemkin o King Kong con temática más o menos social, política, aventurera o cómica, donde debería centrar mis esfuerzos en el lenguaje narrativo y no tanto en la historia.

Decido ver Freaks (1932), la que es una de las películas más conocidas del director, aunque estuvo largo tiempo censurada. En buena hora empecé por aquí, pues las tres de la mañana se convirtieron en una noche sin pegar ojo, horrorizada por el desfile de hombres y mujeres deformados. Así que, se me olvidó por completo eso del análisis formal y me dediqué a la historia y a sus personajes: el día a día de un circo de principios del siglo pasado.

La vida de Tod Browning sucede paralela a la historia del cinematógrafo. En 1882, año en que nace el director, no existía el cine. El séptimo arte aparece oficialmente el 28 de diciembre de 1895 de la mano de los hermanos Lumière y su proyección de la llegada un tren. La ilusión de captar la realidad en movimiento se hacía posible.

Mientras tanto Browning se va de casa para unirse a un espectáculo de variedades y al circo que siempre le había llamado la atención. Este mundo le lleva a conocer a Griffith, destacado director que revoluciona el lenguaje cinematográfico gracias al montaje como instrumento expresivo. Participará como actor en algunas películas de Griffith y empezará, en 1913, a hacer cortometrajes como director.

Aunque su primera película es Jim Bludso de 1917, el Círculo de Bellas Artes proyecta El trío Fantástico que se rodó ocho años más tarde y Garras humanas que es de 1927. Ambos films son mudos pues el cine sonoro aparece entonces con El cantor de jazz.

Con el sonido en las salas totalmente instaurado, el director lanza Drácula (1931). En principio la película iba a ser protagonizada por Lon Chaney, su actor fetiche hasta el momento, pero muere y es sustituido por un intérprete con aires misteriosos: Bela Lugosi. Tras Freaks, antes mencionada, Tod Browning continua haciendo películas del género de terror bajo los títulos Mark of the Vampire (1935) o The Devil Doll (1936). Aunque por lo aquí contado parezca que el cineasta sólo se dedicó a esta temática, dirigió más de sesenta títulos contando historias de lo más diversas.

Finalmente se retiró en los años cuarenta y acabó muriendo en 1962 en la soledad de su casa.

Si te ha picado el gusanillo y quieres conocer más de cerca de Tod Browning puedes ver la programación en la página del Círculo de Bellas Artes, las películas se repiten varios días, así que aún estás a tiempo de no pegar ojo, como yo, e ir a ver Freaks.

Paloma Torrecillas.

ENTREVISTA 1


PABLO GENOVÉS


La Galería Estiarte ha expuesto en sus salas durante estos días de noviembre y diciembre la serie “Precipitados”, último trabajo del fotógrafo Pablo Genovés que llevaba ocho años sin exponer en la capital española a pesar de vivir y trabajar entre Madrid y Berlín. A través de estás imágenes y de la mano del artista, estamos preparados para, sin precipitarnos, revisar nuestra historia.

-Con la serie “Precipitados” pareces enviar un mensaje profético de destrucción de nuestro mundo y en concreto de nuestra cultura. Cuál es tu postura ante ese presagio ¿crees que está por venir o que sin embargo viene sucediendo hace ya tiempo?
-Toda la exposición habla de eso, de la muerte no solo de un planeta, que puede ser una interpretación, sino de un final, un momento de cambio radical. Estamos viviendo, desde los últimos quince o veinte años, a una velocidad increíble, y no busco ya una visión catastrofista sino algo así como una llamada de atención. Podrían ser fotos simplemente tremendistas y sensacionalistas, pero creo que hablan de más cosas. No hay tan solo destrucción, también existe un punto de cariño hacia el pasado, el recuerdo, la memoria. No busco el recurso facilón de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Realmente yo creo que las cosas del pasado todavía son y permanecen en nuestro presente. Pero el sistema en el que vivimos nos vende continuamente una idea de evolución que es bastante relativa.

-Como viene siendo normal en toda tu obra, el lenguaje y la técnica que utilizas dice mucho respecto al contenido de “Precipitados”. ¿Podrías explicar un poco su proceso técnico, de dónde vienen esas imágenes y cómo las has manipulado?
-Lo primero que hago es ir por todos los mercados de Europa que puedo, en los que hay muchas postales antiguas y estampas. Allí veo y veo miles de imágenes. En Berlín hay muchísimo material y casi todas las imágenes de “Precepitados “proceden de mercadillos de allí. Cualquier imagen que me dice algo, que me parece especial por lo que sea, la compro. Tengo un archivo de igual unas siete mil imágenes, de las cuales luego hago una selección exhaustiva de la que puede que me quede tan sólo con siete u ocho imágenes. Después llega el momento de combinarlas. A lo mejor, pienso que a una de ellas le vendría bien un cielo determinado y para ello tengo que ponerme a buscar cielos en otras imágenes. Las tengo clasificadas un poco por temas: campos sin construir, construcción, agua, costas, montañas,… algunas, como las del hielo de esta serie, son mías, pero la mayoría vienen de todo un trabajo de apropiación. Yo luego procedo al montaje, muy sencillo, con escáner, photoshop…


-En este último trabajo que presentas te has distanciado de esa ambigüedad entre pintura y fotografía que estaba tan patente en otras series tuyas como “Viaje interior” (2004-08).
-Sí, eso ahora ha muerto, no sé si para siempre. Creo que lo que ha pasado en esta nueva serie es que he mirado un poco más afuera. Las anteriores temáticas eran un tanto más oníricas, en una especie de historia-ficción, y sin embargo “Precipitados” es una mirada más exterior, hacia temas que nos tocan a todos.

-¿Es por eso que consideras tus anteriores trabajos “más intimistas” en comparación con este último, como has dicho en alguna ocasión?
-Indudablemente. Podríamos hablar de un “periodismo-histórico-ficción”. El documento que conforma la postal, que ya había usado con anterioridad, me gusta también por toda la historia que contiene en sí mismo. La connotación de una estampa enviada, luego recibida, guardada, olvidada y con los años recuperada, puesta en venta y comprada por un coleccionista, todo eso hace que sean imágenes cargadas de una energía que yo me propongo interpretar o potenciar a través de una nueva visión. En todo caso, no son imágenes neutras.

-Interpreto que has sustituido en tu fotografía la “huella del hombre”, es decir, la de la pintura presente en trabajos anteriores como “Sucedáneos” (1999-2003), por la “huella del tiempo o la memoria” a través de la apropiación de estas imágenes. Además se intuye una preocupación por dejar constancia del tiempo que ha transcurrido en estas estampas o postales.
-Es verdad, no retoco ninguna de las huellas que el tiempo ha ido dejando en ellas. Y algo que me ha hecho reflexionar y dejar un poco de lado mi pintura es el hecho de que en las imágenes que cojo ya existe mano humana pintando, porque estaban hechas con litografía básica, en blanco y negro, iluminadas… Son muy humanas en ese sentido, ahí ha habido otra persona pintando, realizando ya entonces lo que he planteado en otros trabajos míos. De modo que, ¿para qué volver a hacerlo? Aunque esto tampoco significa que cierre definitivamente esa vía.

-Lo cierto es que “Precepitados” recuerda de algún modo a las fotografías de Candida Höffer, donde bibliotecas, teatros y museos, lugares realizados por y para el hombre, aparecen paradójicamente vacíos, sin rastro de presencia humana. ¿Guarda tu última serie alguna conexión con la Escuela de Düsserldorf?
-Sí, claro que hay relación, porque toda la Escuela de Düsserdorf tiene en común una intención de volver a las raíces de la fotografía y presentarla de una manera diferente. Toda la aproximación a los edificios de la cultura vacíos que hace Höfer es en el fondo, aunque con una cámara, formato y dimensiones diferentes, una aproximación y concepción artística que viene de las postales de 1910. En aquellos años, cuando se iba al teatro o la ópera, como no había otros medios, lo que se hacía era mandar postales del lugar, para dar testimonio de la experiencia. Estas postales que se realizaban sin público ni escenario, porque tenían que servir como documento general, válido para todo el mundo. En ese sentido, como todos los miembros de la Escuela de Düsserldorf, Höfer tiene sus raíces en la fotografía antes de los setenta, antes de ser considerada como arte. Lo que yo hago tiene mucho que ver con todo ello, solo que lo hago apropiándome de los propios documentos.

-Una constante en “Precipitados” son, como hemos dicho, por una parte los museos, teatros y óperas, lugares de encuentro cultural y artístico, y por otra parte paisajes naturales y fenómenos atmosféricos abruptos. Ese tremendo choque entre naturaleza y civilización lleva a la pregunta ¿quién está invadiendo a quién?
-Quién invade a quién, o quién se va a comer a quién. Porque la lectura de estas imágenes también gira un poco en torno a ver en esos libros mojados de la biblioteca el inicio del libro digital, o en los cuadros inundados del museo su sustitución por las imágenes sacadas de Internet. Por tanto, son imágenes que por un lado hablan de algo tan concreto como el cambio climático, pero que también son una reflexión sobre el propio cambio del ser humano, un cambio precipitado y difícil de frenar. Todo va unido.

-Tu obra a menudo reflexiona sobre la veracidad de la imagen fotográfica y su papel documental. ¿Qué opinión te merece el hecho de que se acabe de otorgar el Premio Nacional de fotografía 2009 a Gervasio Sánchez, periodista y corresponsal de guerra?
-Yo creo que Gervasio, desde un punto de vista diferente al de los artistas “clásicos”, está haciendo un trabajo artístico muy interesante en el sentido de que está uniendo todos sus premios para hacer una reivindicación de las víctimas de nuestro occidente maravilloso. Es el único que le ha leído la cartilla a nuestros dirigentes personalmente diciéndoles: esto existe, yo os lo muestro con mi fotografía y vosotros me dais un premio nacional por ello, pero en España somos el tercer o cuarto país exportador de armas a nivel mundial, ¿hasta cuándo tanta hipocresía? En ese sentido creo que ha hecho un activismo que a mí me parece en sí mismo una obra de arte. Me parece muy bien que el periodismo, y toda la fotografía tenga esa doble vertiente.
En todo caso, yo estoy contra los premios artísticos, creo que son una tontería. ¿Quién puede determinar que un artista es mejor que otro? Por eso soy más partidario de becas o ayudas que permitan a los proyectos a salir adelante. O que el Estado premie a los artistas comprándoles obra en lugar de darles una medalla, porque el arte no es una carrera, en el arte nadie llega primero.

Entrevista de Jennifer Calles.

EXPOSICIONES 1


EL ARTE DEL TEATRO SEGÚN GORDON CRAIG.
ILUSIONES ESCENOGRÁFICAS


Si parte de una hipótesis errónea o de unos principios equivocados, la teoría que desarrolle no tendrá valor. Si parte desde ideas correctas pero la traducción que se hace de ellas no es la adecuada, la teoría seguirá siendo no válida. Si parte de unos planteamientos correctos pero carece de los medios necesarios para llevarlos a cabo tampoco lo tendrá. Sin embargo, hay ocasiones en que surge una figura capaz de desprenderse del velo de la autoimposición de la época, teniendo la suficiente lucidez como para encontrar nuevas propuestas y conseguir expresarlas al resto de mortales.

Señoras, señores, con todos ustedes, Edward Gordon Craig.


“En este siglo, los que trabajamos en el teatro hemos estado tan pendientes de cicloramas, bambalinas, teatros, escenarios y actores que nos hemos olvidado de mirar a la naturaleza. Ahora es necesario -creo que es necesario- hacer un alto, olvidarnos de todo lo demás y observar de verdad, observar larga y detenidamente la naturaleza”.

Hasta el 17 de enero se encuentra en la Casa Encendida la primera exposición retrospectiva dedicada a este personaje. Bajo el título Edward Gordon Craig. El espacio como espectáculo, se realiza un recorrido expositivo-biográfico a lo largo de tres salas diferentes, contando tanto con material fotográfico, como con dibujos del propio artista, sus trabajos literarios o maquetas de sus escenografías. No se trata de una exposición al uso, ya que reúne un elemento sustancial del teatro pero que en numerosas ocasiones queda olvidado por parte del gran público: la escenografía. Interpretación y escenografía son inseparables, no se puede entender la una sin la otra, se complementan y se funden entre sí hasta llegar a un todo indisoluble... Pero si detrás de la interpretación hay un arduo trabajo de preparación tanto de actores como del director, en la escenografía ocurre otro tanto, y eso es algo que queda patente en esta muestra, en donde a partir de seis bloques temáticos (El universo nativo y electivo de Edward Gordon Craig, La escalera - Estados de ánimo: I, II, III y IV, Un laboratorio espacial, La ventana y la retícula, El espacio y la luz, El movimiento y Hamlet) se acerca al público toda su teoría.

Edward Gordon Craig (Stevenage, Hertsfordshire, Inglaterra, 1872; Saint Paul de Vence, Francia, 1966) fue uno de los más importantes escenógrafos del siglo XX y su valor actual radica en el impulso modernizador que dio a la escena, gracias al que pudo evolucionar y convertirse en lo que hoy es el teatro contemporáneo. La muestra se titula El espacio como espectáculo, y es que es así como Gordon Craig pensaba que debía ser el escenario. Sin embargo su obra no se reduce tan solo a la escenografía, sino que también nuestro artista, siempre en el ámbito teatral, se dedicó al vestuario, a la dirección y a la creación de diversos ensayos como El arte del Teatro. Y es que él opinaba que el arte del teatro era una totalidad compuesta de diferentes elementos, era la obra total, tal y como se ve en los ejemplos comparativos que escoge en sus textos, en donde la pieza teatral y su director de escena se igualan al pintor y sus colores o al músico y sus composiciones, siendo imposible elgir un sólo pigmento o contar con una única nota. Trata el teatro como si de un mosaico fuese, donde cada tesela, por pequeña o aparentemente nimia que sea, goza de un papel único, inamovible y necesario, gracias al trabajo del director, personaje que debe revisar cada una de esas piezas, de forma que el organismo funcione.

Mientras que la mayoría de sus colegas escenógrafos se ceñían con realismo a lo que los dramaturgos señalaban en sus textos en cuanto a la escena, Gordon Craig dio un paso más y comenzó a investigar sobre el “escenario espacial” en el que convivían todo tipo de mecanismos escénicos, cubos y escaleras que adquirían estatus de auténticos símbolos. En concreto, el cubo era el elemento que le permitía separar y dividir las diferentes escenas mediante un movimiento que sustituía al telón con sus subidas y bajadas; mientras que la escalera era la metáfora más adecuada para representar los diversos estados de ánimo de los personajes de una obra de teatro, posibilidad que se le da al visitante.

Todo esto se puede comprobar en la exposición, que está repleta de dibujos que servían para los futuros modelos tridimensionales, grabados, cuadernos con bocetos de escenarios y anotaciones manuscritas del autor, además de interesantes maquetas o diseños para vestuario que sorprenden por su elegancia y sencillez. En ellos, Gordon Craig destaca como un excelente dibujante y grabador que utilizaba el negro como protagonista, ya que según él creía, era el color que mejor expresaba la espiritualidad, que aumentaba por efecto de la iluminación y sus reflejos. Pero Gordon Craig no sólo diseñaba sus complejos escenarios, sino que también los construía y los constituía de pantallas móviles en blanco que son su rasgo más representativo. Eran unas pantallas que se veían salpicadas por líneas con las que Gordon Craig señalaba cual era el lugar de la acción, creaba volúmenes y superficies.

Otra de las novedades que se muestra en la exposición, en consonancia con sus teorías, es su apuesta por una puesta en escena más imaginativa, más simbólica, en donde la fantasía tiene un papel protagonista y el espectador un rol más activo en la representación, donde lo visual y lo gestual ganan la batalla a la palabra. No se trata de describir sino de insinuar mediante ese simbolismo que, en ocasiones, se nutre de composiciones casi minimalistas, e incluso abstractas, que servirán de ejemplo a escenógrafos posteriores como Joseph Svoda o Gilles Aillaud, y serán los escenarios en donde se ubicarán los actores, las “supermarionetas” (elementos plásticos que formaban parte de la escena y que tenían el privilegio de poseer movimiento) y la iluminación, ampliamente tratada por Gordon Craig, quien nos recuerda en su pensamiento estético a los impresionistas, ya que estaba muy preocupado por la manera en la que la luz incide en los objetos y las estancias dependiendo de la colocación de los primeros y del momento en que son representados.

Artista revolucionario y polifacético donde los haya, sus planteamientos no dejan a nadie indiferente. A pesar del cambio que supusieron en el arte del teatro, su obra ha sido muy desconocida para el público español, siendo pues, esta exposición, una excelente manera de acercarse a su universo imaginario particular, al alcance de muy pocos.

Carolina Cadenas y María Condado.

EXPOSICIONES 2



MP & MP Rosado, "Cuarto-gabinete"




Una vez más, el espacio “Abierto x obras” del Matadero de Madrid nos revela sus infinitas posibilidades gracias, en esta ocasión, a la instalación Cuarto-gabinete de MP & MP Rosado. Para quien todavía no conozca su trabajo, le conviene saber que esta pareja artística está compuesta por dos hermanos gemelos nacidos en Cádiz en 1971. Quizás por eso, por su condición de gemelos, desde sus primeras exposiciones a finales de los años 90 hasta hoy, el tema principal en torno al cual gira su obra es la construcción de la identidad. Dentro de tal búsqueda identitaria cabe a menudo la reflexión sobre los conceptos de frontera o umbral entre las artes, reforzada aquí a través de imágenes poéticas como la de la concha, cuya dialéctica entre dentro-fuera / mostrar-esconder toma un cariz especialmente significativo y palpable en la exposición. La amplitud panorámica de estas lúgubres salas, hay que decir que perfectamente iluminadas para la ocasión, se ve fragmentada por un lado por unas estructuras en PVC con forma de troncos de árbol y, por el otro, por toda una laberíntica serie de paneles colgantes compuestos por conchas, caracolas y otros objetos encontrados en la playa. Así es como los hermanos Rosado hacen de esta intervención espacial una espléndida metáfora del cuarto-gabinete de Bernard Palissy al que Bachelard hace mención en La poética del espacio. Palissy quería erigir como refugio una concha enroscada por la que, al avanzar, el visitante se sintiese confuso, extrañado y vacilante. La concha como casa donde habitar, llena de recuerdos e imágenes, contactos y pérdidas, lugar donde nuestra identidad se construye desde dentro, como una concha. Sin embargo, en una época como la actual, cabría volver a hacerse la pregunta que formula Bachelard y que reaparece aquí como un eco: “Por una concha habitada, ¿cuántas conchas vacías hay?”.

Jennifer Calles.

Hasta el 10 de Enero.



Los Subjecters de Hirschorn


Thomas Hirschhorn invade la Casa Encendida de Madrid (desde el 08.10.09) con los maniquíes que inicialmente expuso en Paris y que sometió a una serie de manipulaciones agresivas hasta convertirlos en verdaderos monstruos totalmente alejados de ese paradigma de belleza estática y unilateral con los que se suele asociar.
Ya sea atravesados de parte a parte por enormes boquetes y dorados tornillos, o habiéndoles extirpado zonas de su plástico cuerpo, nunca se salvan de agresiones tan desmedidas como las que sufren las fotos reales a las que están ligados; están contaminados por el clima creado por esas agresiones. Inclusive los que son simplemente bustos de resina sintética con los órganos internos expuestos, utilizados normalmente para enseñar anatomía, también contribuyen a generar esa atmosfera atroz.
El título de la exposición The subjecters, (Los subjetivadotes), se refiere al término global para las obras del artista con dichos maniquíes. Se trata de “una invención mía basada en lo que no puedo dar nombre pero sí forma”, forma que “resuelvo a través de los maniquíes y sus partes”. Para el artista el maniquí es una forma de subjetividad aparentemente monstruosa y para que el público pueda percibir esta percepción propia opta por destrozar los maniquíes y los expone crudamente a nuestra mirada. Y para que el espectador piense acerca de lo que suponen los maniquíes en nuestra cultura los entrelaza entre sí y sobre su frente escribe como si de meros lemas publicitarios se tratara, palabras como “hope”, “love” o “Truth”, términos que actualmente han perdido el verdadero significado que teñían. Y para que el concepto que el espectador debe captar sea total, a dichas atrocidades une tremendas y desgraciadamente reales imágenes extraídas de los conflictos bélicos más recientes y que tan acostumbrados estamos a ver en la televisión o los periódicos.
"No soy un instigador del caos” escribe Hirschhorn, “soy un artista-obrero-soldado. Quiero ocuparme del mundo que está a mi alrededor y mientras tanto seguir siendo una persona libre. Necesito tomar posición y no debo preocuparme si hemos vencido o perdido la batalla".

Umberto Castillo.

Hasta el 5 de enero.

ENSAYO


COMER CON LA MIRADA



Hace pocos días que hemos podido ver en un espacio de arte de Madrid una actividad titulada Art/Hurt! “Heridas en Venta”. En ella, previa cita telefónica podemos visualizar diferentes tipos de heridas como laceraciones, lesiones de arma de fuego, producción de heridas punzantes o simples raspaduras ejercidas sobre el cuerpo de las dos artistas que forman parte del proyecto. Las citas son a solas, por un lado está el espectador y por otro la artista que se deja rastrear de arriba abajo, explotando una especie de perversión caníbal en la que uno se deja comer por el otro.

Ese acto, el de dejarse engullir por el contrario, se podría equiparar con un espíritu de sacrificio que se testimonia en algunos ritos religiosos como el de honrar a un dios. George Bataille veía en estos rituales la necesidad general de los individuos de lanzarse fuera de sí, o lanzar alguna parte de nosotros fuera de nuestro cuerpo. La artista Gina Pane, quizás asumiendo esta idea del filósofo francés, llevaba a cabo actos performativos en los que se autolesionaba ataviada con una vestimenta de color blanco, subrayando así -gracias a sus ropajes- una relación con esta idea de rito religioso y su consecuente acto de sacrificio. Tampoco nos debe extrañar que estos actos de los que hablamos, junto a los de las artistas de Art/Hurt! Heridas en Venta, sean realizados todos (a menudo) por mujeres, viendo así una crítica por parte de sectores de la sociedad que han sido durante largo tiempo duramente maltratados.

Sin embargo no siempre es necesario que haya una barriga llena de por medio para realizar un acto de canibalismo. Se podría decir que en cierta medida todos nosotros, espectadores e hijos de una civilización violenta, con premios Nobel de la Paz incluidos, formamos parte de un sistema de consumismo visual extremadamente caníbal. Nuestra mirada se sostiene con la controversia, como la del voyeur se alimenta con un deseo sexual saciado al ser contemplado desde la distancia. La televisión o Internet dan buena muestra de ello, sentados en nuestro sofá y haciendo honor a las teorías de Edmond Burke, nos dejamos arrastrar por ese picor curioso que nos lleva a contemplar en muchas ocasiones actos violentos. De esta forma nos convertimos en caníbales de la mirada, comemos con los ojos y satisfacemos así nuestro apetito, sacrificando y lanzando fuera de nosotros mismos nuestros instintos más arcaicos. Así nos transformamos en “voyeurs” y actuamos como ellos, aunque la mayoría operen para satisfacer una necesidad de transacción sexual.

Llegados a este punto, debemos pensar en patrones mercantilistas. La crisis en la que estamos sumergidos también nos obliga a reinventar los campos de negocio del arte. La búsqueda de nuevas oportunidades hace que nos veamos obligados en algunas ocasiones a jugar con la creatividad, hasta tal punto que podemos llegar a vender nuestra propia carne. Sin embargo, a veces, las expectativas de negocio no siempre se cumplen, como le ocurrió por ejemplo a Bernd-Juergen Brandes, famoso por ser comido en Alemania por el caníbal Armin Meiwes, el Caníbal de Rotemburgo. Brandes sólo quería que le comieran su órgano sexual masculino, no deseaba llegar a la muerte, aunque se recreara tal y como haría un “voyuer” de lo más retorcido, en una bañera de agua mezclada con su propia sangre, momentos antes de su fallecimiento.

A pesar de todo esto seguimos devorándonos desde que nos levantamos, en el metro, en la escuela, en el trabajo, en todos lados. Quizás y para concluir, habría que hacerse la siguiente pregunta: ¿Será que tenemos constantemente que recordarnos que todos los deseos del ser humano no pueden ser siempre cumplidos?

Luis Cáceres Cantero.

CREACIÓN

HANS PETER HUNDSHAMMER




“Se enciende una luz, la música empieza a sonar, y entonces, en ese preciso instante, aparece ella, la DIVA. Ni estrella sobre el escenario, ni efímero punto de luz en cielo, no. Ella es una auténtica diosa que envuelta en un aura que todo lo eclipsa, promete eternidad”.

Este es el secreto que plasma sobre el lienzo Hans Peter Hundshammer en su ciclo La Diva. Sus obras están lejos de ser meras imágenes, pues ¿qué póster o el fogonazo de qué paparazzi sería capaz de atrapar la vulnerabilidad, la distancia y la sublimidad de la Diva como la mirada del pintor?

“En realidad, pintar una Diva es algo muy sencillo”, dice Hans Peter Hundshammer. “Uno tiene los colores, las herramientas y la idea. Sólo hay que coger el bastidor, siempre el mismo formato 40x40, elegir el material adecuado para el fondo y sumergirse en la Diva. Luego viene el pensar y hacer artísticamente: tu cabeza pasa una película, oyes su banda sonora –las mismas palabras en el interior-. Entonces se perfila una imagen y ya no hay más regla que la expresión subjetiva y quizás, intentar ser justo con tu Diva”. Los materiales empleados para las obras de este ciclo se agarran a la misma idea: pinturas acrílicas y al óleo, colores opacos y transparentes, metalizados, dorados y por supuesto plumas, cristales y cuentas brillantes. “Todo es legítimo a la hora de rendirle homenaje a la grandeza y el brillo de una Diva”.

Si le preguntas a Hans Peter Hundshammer el por qué de las diferencias entre unas Divas y otras, el por qué de la belleza de unas y la fealdad de otras; de la tranquilidad de estas y la crispación de aquellas; de su erotismo o de su simplicidad, te hablará de diálogo. Para él el artista entabla un diálogo con la Diva, la saca de su contexto y la encierra en un espacio que podríamos llamar divino, pues recuerda al de los iconos cristianos y habla con ella. De ese diálogo nacerá una diva, y como en la vida misma, no todos los diálogos son motivadores y exitosos, sino que lo queramos o no, a veces nos resultan aburridos, insulsos o incluso nos violentan.



Hans Peter Hundshammer estudió Bellas Artes en Ratisbona (Alemania), ha expuesto sus obras en Alemania, Austria, Italia y en Estados Unidos. Entre sus influencias destaca el Popart de Andy Warhol, la época barroca y la iconografía bizantina.
Actualmente reside en Regenstauf y trabaja como profesor de arte en Schwandorf.
Su último trabajo, el ciclo “La Diva”, se puede visitar en el Gründerzentrum en Straubing (Baviera, Alemania) hasta el 26 de febrero de 2010.
http://www.straubing-sand.de/


www.galerie-la-diva.de



LITERATURA


Marguerite Duras
El amante
Ed. Tusquets, 1992

Dentro de la prolífera obra de Marguerite Duras brilla con especial carácter El amante, su novela más conocida, por lo menos desde que Annaud la llevó al cine. Un escrito tardío, publicado ya en 1984, refleja como pocas entre sus obras lo que se podría resumir como el leit motiv constante de la autora; el enfoque casi palpitante, siempre subyacente, del deseo. Se trata de una narración autobiográfica, marcadamente iniciática, en la que se nos presenta la aventura amorosa entre una adolescente de quince años y un comerciante chino algo mayor, en el marco de la Indochina de primeros del XX. Este argumento sirve a Duras para desarrollar una poderosa narración pasional, en la que se imbrican las experiencias vitales que marcarán la construcción de la identidad personal, junto a una profunda ecología del deseo como motor existencial. Se trata de una novela que aúna, con sencillez y magisterio, un fino erotismo junto a una prosa preñada de poesía descriptiva.


Clark Ashton Smith
Zothique
Ed. Edaf, 1990


Dentro de los escritores que surgieron en los años veinte a la lumbre de la revista Weird Tales, paradigma de la literatura de índole pulp, nombres como los de Robert E. Howard o H.P. Lovecraft brillan con una turbia luz propia. Sin embargo, rémoras y deméritos estilísticos varios les han impedido entrar en el Olimpo de la literatura general. No ocurre así, a mi juicio, con C. Ashton Smith. Cohabitando unos argumentos impregnados de oscuridades abismales, en las que medran entidades ajenas al entendimiento, con una prosa narrativa firme, brillante a la par que recargada y exótica, embebida de la languidez mórbida propia de las visiones alucinadas por el opio, Smith es un escritor que mezcla los conceptos más lúdicos de Lovecraft con el estilismo decadente del mejor Flaubert. El libro de cuentos de Zothique, llamado así a tenor del continente futurible y ficticio invención del escritor, reúne gran parte de su narrativa breve traducida al castellano.


Albert Béguin
El alma romántica y el sueño
Ed. F.C. Económica, 1978

Si el mes pasado hablaba de La carne, la muerte y el diablo, el texto ejemplar sobre romanticismo literario de Mario Praz, parece difícil, sin pecar de flagrante injusticia, no dedicar unas líneas al otro gran ensayo sobre el tema, a cargo de Albert Béguin. Si bien, pese a sus virtudes, el estudio de Praz puede acabar convirtiéndose en un decálogo de erudición estadística, Béguin nunca cede a esa morosa tentativa. Propone, a diferencia, un camino definido -la importancia del sueño en el romanticismo alemán y la poesía francesa-, para desarrollar una teoría global, encauzada a vislumbrar las ideas fundamentales que se ocultan tras muchos de los escritos claves en la producción literaria de los grandes de la época, preponderancia de Novalis, Hoffmann, Tieck o Gerard de Nerval. En este imprescindible estudio, el sueño se revela como vínculo entre universo y alma, noctívaga inspiración en la búsqueda del ideal.


Juan Rulfo
Pedro Paramo
Ed. Debate, 2000


Esto no es una recomendación. Se trata, en todo caso, de una franca deploración. En realidad, resulta risible que una novela como esta se haya erigido, casi institucionalmente, como gran exponente de la literatura hispanoamericana, existiendo escritores de la talla de Cortázar, Borges o incluso Horacio Quiroga, para demostrar que no todo ha de ser tedio, petulancia, pesadumbre y carta blanca para el despropósito narrativo, cualidades todas ellas que Pedro Páramo aúna sin el menor pudor. Sus ínfulas de alcance absoluto, de universalidad trascendente, hacen aún más patética la historia de Juan Preciado en busca de su padre en ese erial odioso, pretendidamente dentro y fuera del espacio, que es Comala. Con esfuerzos que remedan torpes pataleos, Rulfo intenta marcar la trama en una continua distorsión entre realidad y fantasía, presente y pasado, para sólo lograr la cristalización de un pestiño pretencioso y muy, muy lamentable.

J. F. Pastor Pàris

RELATOCROMÁTICO

Cuando te miran, ¿por qué te miran?


Se ha quedado dormida entre las cajas…
Le molesta el cuello otra vez. Esta tarde el médico le ha inyectado tres mililitros de anestesia local en los puntos más críticos de los músculos del cuello. Ayuda un poco pero, como todos, es un tratamiento a largo plazo y sin garantías. Es una sensación desagradable: primero el pinchazo, por la espalda y en un lugar tan desacostumbrado. Luego sentir el líquido entrando, presionando contra los músculos, abriéndose hueco donde no lo hay. Por suerte el procedimiento es rápido y no tiene muchos efectos secundarios. Los relajantes musculares anulan las voluntades y él quiere seguir atento, especialmente ahora.
Se ha quedado dormida entre las cajas de la mudanza. Su vecina de enfrente. La estrechez de la calle y la cercanía de las ventanas de los bloques en los que viven le recuerda a ese pasaje de Rayuela en el que Talita queda atrapada en las alturas, sentada en medio del tablón, pasillo improvisado entre su salón y la casa de Oliveira, dudando, desesperando, bloqueada. Su vecina siempre le hace soñar.
Se enciende otro cigarro y continúa observándola. Lo hace desde hace tiempo, desde que ella llegó, en realidad. Sabe que fue en verano. Lo recuerda porque la alocada nueva vecina tuvo que dejar las ventanas abiertas durante días hasta que se secó el rojo estridente con el que se le había ocurrido pintar dos de las paredes de su salón. A él, aquel rojo le pareció de un gusto pésimo, y sin embargo lo enterneció y lo llenó de curiosidad por ella. Durante aquellos días de ventanas abiertas y bochorno espantoso la observó trajinar sin descanso. La música siempre algo más alta de lo debido, la ropa siempre más escasa de lo apropiado; bailando de acá para allá, desempaquetando, ordenando, hasta que aquel piso vacío se convirtió en un hogar de verdad. Hasta ahora no sabía exactamente qué lo atraía cada día hasta esa ventana, qué lo obligaba a observarla, ni qué había en ella que le daba tanta paz, pero era eso, la sensación de hogar. Ella, su vecina, había sido capaz de crear un hogar y de extenderlo hasta la casa de enfrente. Ella había colocado el tablón y a él le estaba autorizado transitarlo.
Estos último días, solo como siempre y sintiéndose más achacoso que nunca, ha asistido al proceso contrario, a los preparativos de la partida. Desde la misma ventana y en la misma posición ha ido reviviendo la música y los bailes y, como si de una película proyectada hacia atrás se tratara, ha visto como las cosas regresaban a sus cajas y las paredes del salón se volvían blancas de nuevo.
Se pregunta si el proceso seguirá hasta el final, si al volver las cosas a su estado original, las paredes a ser blancas, las cajas al camión de la mudanza, el camión a la carretera, etc. desaparecerán también de él las huellas que ella, sin saberlo, ha ido dejando. Se ríe, claro que no, pero estaría bien. Todo lo humano sigue hacia delante y lo que queda detrás puede ser ignorado, ocultado, falseado, extrañado o recordado, pero no se puede borrar. Siempre le encantó la metáfora del camino, pero ¿y el dolor? El dolor del alma también hace más humano ¿no?, así que a lo mejor ese es el último regalo que ella le tiene, su vecina, irse y hacérselo sentir para que sentir el dolor le haga sentirse también más vivo, menos achacoso, menos solo.

Relato de Beatriz Talaván

basado en la obra de Esther Mañas.

ENTREVISTA 2



ARTURO ELENA
25 AÑOS DIBUJANDO LA MODA



Arturo Elena empezó trabajando en los ‘80 como asistente de diseño en las colecciones de mujer para Bambú y Daniel G. Ha trabajado para la imagen gráfica de Victorio & Lucchino desde sus comienzos. Loewe, Chanel, Roberto Verino, Victorio & Lucchino, Lemoniez, Custo Barcelona, Rafael Matías o The Extreme Collection son algunas de las firmas de moda con las que ha colaborado. Sus ilustraciones se han publicado en Telva, Elle, Mujer Hoy, Yo Dona, Máxima (Portugal), Angelines (Francia), Snitt (Noruega), Vision (China) y X Funs (Taiwán) DPI 8 (Taiwan) K9 (Ucrania). Desde 1992 hasta marzo de 2009 ha publicado mensualmente sus ilustraciones en Cosmopolitan España. Desde 1998 colabora como profesor de ilustración con el Istituto Europeo di Design (Madrid y Barcelona), donde ha realizado exposiciones retrospectivas de su trabajo en 2001 (Madrid), 2006 (Barcelona). Actualmente y hasta el 10 de enero el Museo del Traje CIPE le dedica una retrospectiva.

¿Recuerdas tu primer encargo? ¿Cómo afrontaste ese primer reto profesional?
Mi primer contacto con el mundo de la moda no fue como ilustrador, sino como asistente del equipo de diseño de una firma barcelonesa que realizaba colecciones para hombre y mujer. Pero este trabajo me permitió descubrir que lo que realmente me gustaba era “dibujar la moda”, no crearla. Mi primer trabajo como ilustrador vino de la mano de Victorio & Lucchino y significó un punto de inflexión en mi carrera. Me solicitaron para crear las imágenes de las carpetas de prensa para su primer perfume “Carmen” y para la colección del mismo nombre, que se presentaría en la Pasarela Cibeles de Madrid en 1992. Este trabajo, al llegar a la prensa especializada en moda y darme a conocer, me abriría las puertas de revistas como Telva, Cosmopolitan o Elle. A partir de entonces, los encargos realizados para estas revistas supusieron mi consolidación como ilustrador de moda en el panorama español. Así surgieron trabajos para Loewe, Roberto Verino, Chanel, Lemoniez, Custo Barcelona y otras firmas reconocidas.

¿Cómo definirías tu temperamento? Esta pregunta tiene relación con el libro Nacidos bajo el signo de Saturno de los Wittkower. Habla del genio y el temperamento de los artistas desde la Antigüedad.
Con honestidad, sí que me reconozco en ciertos aspectos que el autor describe como propios de un artista, como por ejemplo el egocentrismo, el genio o la obsesión por el perfeccionismo en el trabajo. También reconozco que me sería muy difícil trabajar en equipo, pues llevo muchos años haciéndolo en soledad, y por lo tanto haciendo lo que yo quiero, para lo bueno y para lo malo. Sin embargo, no me siento identificado en absoluto con otros aspectos señalados como la indolencia o la indisciplina, pues aunque quede mal decirlo, soy una persona muy disciplinada y muy tenaz, y no sólo en el terreno laboral.

Tu proceso creativo. Explícalo brevemente
Hay que explicar primero que siempre trabajo por encargo, y a pesar de mi estilo personal, ése es un aspecto que me condiciona. El proceso creativo comienza en el momento que un cliente me encarga una imagen, y con ella me expone sus intenciones, a qué público va dirigida, lo que quiere transmitir, ambientes, detalles, complementos, etc. Es a partir de aquí cuando comienzo a construir la imagen en mi cabeza teniendo en cuenta las pautas del cliente, pero también la filosofía y los productos de la firma. Creo que esta parte es la más complicada de todo el proceso, la de visualizar la imagen antes de llevarla a cabo. Tras haber dado este paso, sigo con un boceto preliminar que voy retocando, hasta llegar a un boceto “en limpio”. Al mismo tiempo, dado que mi estilo, a pesar de las proporciones irreales, es hiperrealista, suelo documentarme con material fotográfico que me ayudará a llevar a cabo el arte final, o sea, a dar color a la ilustración final.

Próximos proyectos…
Acabo de inaugurar una exposición retrospectiva de mi obra en el Museo del Traje de Madrid con motivo de mis 25 años como ilustrador de moda. Ha sido una labor muy complicada y que ha llevado meses de trabajo, pero estoy realmente satisfecho de los resultados. Además, acabo de recibir los tejidos originales que tengo que reflejar en una ilustración que será la portada de un catálogo de tejidos para la próxima temporada primavera/verano. Y a principios del año próximo me han invitado de un centro de diseño en la India para dar a conocer a sus alumnos mi técnica de ilustración.

Entrevista de Rita Sánchez Aragó.

CONTRAPORTADA



ILUSTRACIÓN DE KIKO PÉREZ



domingo, 6 de diciembre de 2009

ENCUENTRO SOBRE ARTE EN LA RED






Arte10.com, gracias al observatorio global de noticias de arte contemporáneo, centrado en blogs nacionales e internacionales de temática artística, ha convocado a TRAZOS para asistir al encuentro de Redes de arte sobre arte en la red. También estarán presentes Tiscar Lara, de "Tiscar.com", Javier Maseda, de "Abre el ojo. IED", y Rosa Pérez de "Fluido rosa. RNE3".

Os esperamos el miércoles 9 de diciembre a las 17:00h en Medialab-Prado (Plaza de las Letras, C/ Alameda, 15 -28014 Madrid).

sábado, 14 de noviembre de 2009

PORTADA NOVIEMBRE


FOTOGRAFÍA


La Escuela de Düsseldorf


Una de mis secuencias favoritas de la historia del cine forma parte de una película de 1995 que se titula Smoke. Harvey Keitel hace de estanquero sabio y William Hurt hace de Paul Auster. En la secuencia, Harvey Keitel está enseñando a su amigo un álbum de fotos que están hechas siempre desde el mismo sitio, a la misma hora, en Brooklyn. William Hurt las mira, se ríe con cara de no saber muy bien si les están tomando el pelo y dice: “son todas iguales”. Y Harvey Keitel, que se está fumando un puro con cara de Papá Noel, contesta: “no, lo que pasa es que no te fijas”.

Esa secuencia explica y enseña a apreciar el trabajo de dos fotógrafos alemanes, marido y mujer, que crearon una de las escuelas más fructíferas de los últimos decenios. Se llamaban Bernd y Hilla Becher y hacían fotos de edificios industriales. Todas iguales, como las de Harvey Keitel en Smoke, pero todas distintas. Un monumental catálogo de cosas que a nadie se le habría pasado por la cabeza fotografiar porque todo el mundo estaba harto de verlas. Menudo hallazgo. Al tomar como protagonistas de sus imágenes algo así de cotidiano, los Becher proponían una solución ante la gran incertidumbre de todo aspirante a fotógrafo. “¿No sabes de qué sacar fotos? Pues sácalas de lo que tengas más cerca, y no pares”. Así de simple. De los adosados de tu pueblo, de las clases de la facultad, de las camas de tus amigos. Sólo hay dos condiciones. Uno, que las fotos sean impersonales; y dos, que te comprometas y formes una colección lo más grande posible.

Los alumnos de los Becher formaron lo que se ha venido a llamar Escuela de Düsseldorf. Y como por España pasan muchas exposiciones suyas, se me ha ocurrido presentároslos. No están todos los que son, pero sí son todos los que están.




THOMAS RUFF
El más experimental. Empezó como el prota de Amelie, coleccionando retratos de fotomatón, y ha terminado digitalizando el porno que se descarga de Internet. Su gran aportación fue aumentar la escala: una foto sosa, si es grande, ya no es tan sosa.

CANDIDA HÖFER
Sus fotos son como ir a la biblioteca de la facultad cuando no hay exámenes: un enorme espacio interior, vacío y lleno de sillas. A título de curiosidad, os cuento que en 2000 se pasó por el Palacio Real y sacó una foto donde se veía la mesa puesta para el Rey.

THOMAS STRUTH
Empezó madrugando para hacer fotos de calles desiertas, pero se hizo famoso con imágenes de museos. Si alguna vez os habéis colocado delante de un cuadro del Prado y os habéis preguntado qué se supone que tenéis que hacer, seguro que os gustan.

AXEL HÜTTE
Es quien lleva más al extremo la idea de fotografiar algo que no es fotogénico. Sus imágenes son como pedazos de un cuadro de Friedrich: un trozo de césped y un montón de niebla. Al explicar su obra, los críticos hablan de lo sublime. Ni más ni menos.

ANDREAS GURSKY
Mi favorito, el fotógrafo vivo más cotizado. Para empezar, su concepción de “objetividad” incluye el retoque con Photoshop. Y para terminar, una idea: antes de que Amenábar descubriese Google Earth con Ágora, Gursky ya había estado allí.

Rafa G.

GALERÍAS


Ruth Gómez
En la Galería Oliva Arauna (C/ Barquillo, 9) podemos encontrar ''Las Ilusiones Fantásticas'' de la vallisoletana Ruth Gómez, desde el 5 de noviembre hasta el próximo 10 de enero. Como dice la propia artista, su idea parte de un corto de Méliès y pretende ''elevar a la categoría de fantástica cualquier tipo de ensoñación''. Se vale para ello de dibujos y videos (siempre en tonos rosados) que se distorsionan creando efectos ópticos que nos atrapan y llevan al terreno de la magia. Ruth Gómez consigue algo muy complicado en este momento: fascinar al espectador, que delante de sus videos y dibujos no puede dejar de sonreir. Precisamente en eso consiste la magia, la imaginación, la fantasía... el arte, al fin y al cabo. En estos tiempos que corren la ilusión no abunda, pero es necesaria ya que ''si la perdiéramos estaríamos perdidos''.


Pier Stockholm
Pier Stockholm (Lima, 1977) expone una pequeña parte de su obra en la Galería Casado Santapau de Madrid (C/ Conde de Xiquena, 5) desde el 27 de octubre hasta el 5 de diciembre. El arquitecto-artista residente en París nos deleita con una exposición formada por una serie de dibujos sobre papel vegetal en los que nos muestra su amor hacia la arquitectura, ya que hay continuas referencias tanto a los mitos contemporáneos (Le Corbusier o la Vanguardia Rusa), como a los del pasado (órdenes clásicos). Todo ello plagado de símbolos con una fuerte carga política: cruces, chimeneas de las que sale un humo contaminador, calaveras... Stockholm alardea de su dominio del diseño gracias a alteraciones de escala y de relación entre los edificios, además de la combinación de diversas texturas. Muestra muy recomendable que da a conocer a un gran artista.





Ikella Alonso
A lo largo de doce obras, y por primera vez en la galería Evelyn Botella, se presenta la obra de la artista Ikella Alonso bajo el título Llueve tiempo. En ella, tal y como la propia pintora explica, por medio de la representación de exteriores en ambientes interiores recrea el paso del tiempo utilizando como símil la cadencia de la lluvia, ya que evoca ese ritmo, y por otra parte se asemeja a la pintura como acto de creación, ya que emula todos los pasos necesarios, tanto en lo material como en lo inventivo.
Mediante un pequeño recorrido cronológico, desde las obras de 2005 hasta las más actuales, se ve esa búsqueda de similitud entre ambos campos, desarrollando una técnica que evoluciona de líneas planas a obras que, en ocasiones, nos traen a la memoria el propio contacto de la lluvia con los cristales, donde lo borroso cobra una mayor amplitud como reflejo de ese tiempo presente.


Erwin Olaf
Ambientes neoclásicos y ampulosos, junto con retratos quasi ingrescos hacen que el espectador crea encontrarse verdaderamente en otro tiempo pasado. Esto viene de la mano de Erwin Olaf en su cuarta exposición en Espacio Mínimo, galería en la que se muestran sus dos últimas series, Dusk & Dawn, en donde, jugando con la propia dualidad en el título, se nos presentan dos visiones fotográficas amparadas en el contraste negro/blanco. La primera serie fue creada tras el descubrimiento de la fotógrafa norteamericana Frances B. Johnson, quien a principios del siglo XX mostró por primer vez a los afro-americanos de una manera digna e igualitaria en los mismos ambientes caucásicos. Tomando de ella esta idea, y realizando Dawn como su contrapartida, continúa con su característico lenguaje críptico al que nos tiene acostumbrados, en el que ningún detalle está dejado al azar.

Carolina Cadenas y María Condado.

CRÍTICA DE CINE



500 DÍAS JUNTOS

Es muy difícil hacer algo nuevo en el muy trillado género de la comedia romántica, por eso hay que reconocer a “500 días juntos” el haberlo intentado, aunque con éxito desigual. Por un lado, las formas narrativas sí contienen algunos elementos novedosos muy interesantes: saltos temporales según el número de días, textos con mensajes personales del autor, animación, pantalla partida… nada que iguale lo que Woody Allen inventó en “Annie Hall”, pero se agradece el riesgo en estos convencionales tiempos.
En lo que la película no aporta nada es en la historia, demasiado simple y esquemática. La pareja de actores protagonistas (insípido él, marciana ella) tampoco ayuda a que el espectador se implique demasiado, pero finalmente el ingenio de la propuesta narrativa hace que la película se vea con agrado.





EL SECRETO DE SUS OJOS
A Juan José Campanella hace tiempo le tientan desde Estados Unidos, donde ha dirigido varios episodios de “House”. Viendo esta maravilla titulada “El secreto de sus ojos”, no sorprende. Una trama policíaca se mezcla con una historia de amor a través del tiempo, resultando finalmente una espejo y catalizador de la otra. Un ritmo impecable, un reparto de actores en estado de gracia (por mucho que empecemos a estar cansados de ver a Ricardo Darín en todas las películas argentinas), y un planteamiento visual asombroso (memorable el plano secuencia del estadio) resultan en una de las mejores películas del año. Una película que deja al cine español sin excusas: se puede hacer buen cine si se escriben buenas historias y se dirigen con intención narrativa.







HOMENAJE: JOSÉ LUIS LÓPEZ-VÁZQUEZ
Ha desaparecido uno de los mejores actores de nuestro cine, cuya imagen quedará injustamente asociada a las comedias de finales de los 60 y principios de los 70 (el “desarrollismo”, o “españoladas”). En ellas, el personaje de López-Vázquez tenía siempre las mismas constantes: español de edad media, energúmeno, “salido” y superado por los avances de la sociedad española. Pero no se debe olvidar que este incansable trabajador aparecía ya en algunas obras maestras del cine español de los 50 y los 60: “El pisito”, “Atraco a las tres”, “Plácido”, “El verdugo”…. Y posteriormente, se le redescubrió para el drama de autor con películas como “Peppermint Frappé”, “El bosque del lobo”, “Habla, mudita” y la nominada al Oscar “Mi querida señorita”, interpretación que Dustin Hoffman citó como inspiración para su “Tootsie”.

Federico Alba.

AUDIOVISUALES


Videoarte: las video-pinturas de Bill Viola

Las primeras maquinas que registraban imágenes en movimiento eran caras, pesadas y aparatosas. Por ello, solo eran utilizadas en los estudios cinematográficos con suficiente dinero para comprarlas y espacio para ponerlas. En esos tiempos, ninguna persona era capaz de sacar esos aparatos a la calle con sus propias manos y hacer reportajes al aire libre. Pero todo cambio a principio de la década de los 60 cuando Sony creó un aparato ligero y manejable que revoluciono el mercado: la cámara de video portátil. A partir de ese momento, todo aquel que quisiera y pudiera comprar las primeras videocámaras (bastante caras en un principio) podría sacar el aparato a la calle y grabar como sus hijos se revolcaban en la arena de la playa o como sus nietos apagaban las velas de cumpleaños. Los recuerdos pasaron de ser fotografías paralizadas en un segundo a ser imágenes en movimiento que duraban minutos. Y con el paso del tiempo esta videocámara inicial se ha ido desarrollando hasta convertirse en un aparato cada vez más ligero, más pequeño y más democrático.


Durante todos estos años desde su creación, muchos artistas se han visto atraídos por este aparato y lo han utilizado para expresar con imágenes en movimiento sus preocupaciones, sus emociones y sus visiones del mundo. Este interés artístico por la videocámara empezó ya desde su aparición en el mercado y pronto surgió un nuevo estilo artístico llamado videoarte del que Nam June Paik y Wolf Vostell son considerados los padres. De hecho, el primero de ellos se considera el primer artista de la historia que utilizo una cámara portátil con una finalidad estética: el 4 de noviembre de 1965 grabó desde un taxi lo que pasaba en las calles de Nueva York durante la visita del Papa Pablo VI presentando así su visión subjetiva del evento lejos de la realidad oficial de las noticias. Desde entonces numerosos artistas han seguido sus pasos y han utilizado la tecnología video, bien fuera electromagnética o digital, como nuevo soporte para la creación artística. Pero entre todos los videoartistas de la historia, Bill Viola (Nueva York, 1951) se puede considerar uno de los artistas más reconocido internacionalmente en el mundo del video con gran número de premios a sus espaldas. De hecho, este año se le ha entregado en nuestro país el Premi International Catalunya, premio de 100.000 euros que por primera vez recaía en un artista visual.

Las obras de Bill Viola pueden ser definidas como video-pinturas porque sus trabajos están a mitad de camino entre el video, caracterizado por las imágenes en movimiento, y la pintura, caracterizada por sus imágenes paralizadas. Pero ¿cómo es posible que sus trabajos se acerquen a la pintura si siempre ha utilizado el video como soporte? La respuesta es sencilla: por el uso de un recurso estilístico, la cámara lenta, con la que modifica la percepción del tiempo. Esta percepción temporal ha interesado a Viola desde pequeño cuando sufrió una experiencia traumática: a los 6 años casi se ahogo en un lago y, aunque apenas permaneció 5 segundos debajo del agua, aquel momento se le hizo eterno. En ese momento comprendió “que el tiempo no es como lo marca el reloj de la pared, sino como lo sientes”. De ahí que haya utilizado la cámara lenta de forma obsesiva en todas sus obras. Gracias a ello, los gestos, los movimientos de los músculos y las expresiones de los protagonistas de sus videos se muestran tan lentamente que vemos todos los detalles. Solo así “podemos comprender conscientemente lo que vemos”.

La utilización de la cámara lenta no solo tiene una finalidad estética sino también espiritual para Viola. El artista siempre ha estado preocupado por la condición humana y ha reflexionado sobre ello en todas sus obras a través de temas recurrentes donde el hombre está al límite: el nacimiento, la muerte, el dolor, el amor o la relación del hombre y la naturaleza. La presentación de estos temas a cámara lenta da un sentido espiritual y casi religioso a sus videos y ayuda a conmover a los espectadores que están invitados a reflexionar sobre la humanidad y sus pasiones. Si queréis reflexionar vosotros también, escribir Bill Viola en youtube y solo hacer una cosa: disfrutar de unas imágenes que son casi poéticas.

Naiara Valdano.

EXPOSICIONES...


MARIE RAYMOND / YVES KLEIN
HERENCIAS


Desde 1973 hasta nuestros días, un total de seis exposiciones repartidas entre Francia y Alemania han encontrado su argumento común en las posibles “herencias” entre la obra pictórica de Marie Raymond y la fascinante personalidad artística de su hijo, figura clave para el arte de la segunda mitad del siglo XX, Yves Klein. Ahora en Madrid, el Círculo de Bellas Artes presenta hasta el 17 de enero un séptimo intento, quizás fallido, comisariado por Nicolás Morales.

Una vez más, el rotundo azul ultramar del hijo no ha dejado ver con claridad los colores de la madre. En el caso de Yves Klein, la virtud de haber sabido escoger, a parte de una excelente selección de obras que aportan una visión retrospectiva bastante completa, toda una serie de elaborada e incluso inédita documentación y material audiovisual acerca de su vida y producción, se ve malograda ante la absoluta desinformación que se proporciona acerca de Marie Raymond y con la que el espectador sale inevitablemente de la exposición.

A parte de un breve párrafo introductorio y una escueta biografía en paralelo, no existe indicio alguno en la muestra que ayude al visitante a entender la obra de Marie Raymond, solo su pintura (aunque, como veremos, eso ya es mucho). Para hablar del trabajo de esta madre y artista hay que situarse en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los artistas sentían de forma más latente que nunca la realidad de un mundo terrible. Una necesidad latente de regresar a un estado de pureza e inocencia y partir de cero, es el contexto en el que se sitúan los llamados arte informalista, abstracción lírica o tachismo, todos ellos términos en íntima consonancia y, hasta cierto punto, indisociables. Además, por aquellos años y al otro extremo del océano, en Estados Unidos, se desarrollaba la abstracción, entendiendo ésta como una propuesta de libertad total a través de lo que se dio a conocer como expresionismo abstracto. Sin embargo, la abstracción lírica surgida entonces en París, y a la que nuestra artista estuvo íntimamente ligada, aunque infravalorada por la crítica formalista del imperativo greenbergiano, era igual de libre, basada en la expresión subjetiva del artista a través del gesto.


En el polo opuesto a esta subjetividad, desde finales de los años 50 empiezan a surgir alternativas tan radicales como las del grupo Zero de Düsseldorf o los nouveaux réalistes, y tanto en el uno como en el otro caso Yves Klein se configuraba para estos artistas como un auténtico visionario al que hoy día se le atribuyen los primeros atisbos del arte conceptual.

Sin embargo, quizás no sea tan extremo el aparente enfrentamiento entre expresionismo abstracto y arte conceptual. Más allá de las teorías formalistas de Fried y Greenberg, Harold Rosenberg, quien acuñó el término Action Paiting, establecía una conexión entre el expresionismo abstracto y el arte conceptual alegando que en las obras de Action Painting lo importante no era el cuadro o la imagen, ya que la obra consistía en el proceso de creación de esa imagen, en la acción del artista. De modo que, para Rosenberg, el arte conceptual simplemente supone dar un paso más lejos, pues si una obra puede transmitirse mediante documentación, ni siquiera haría falta llegar a crearla.

Por tanto, si esta exposición pretendiese resumir -y reducir- la “superación” del arte de Marie Raymond por parte de su hijo en términos de oposición bipolar entre ambos movimientos artísticos, estaría incurriendo sin duda en un error y en una limitación.

Tampoco se hace mención alguna en la muestra a la común influencia que ambos artistas recogieron de la filosofía y el mundo oriental. Y, si en el caso de Yves Klein se vislumbran vagas alusiones a través de los documentos que hacen referencia a su formación dentro del mundo del yudo, en el de Marie Raymond nada nos habla de sus experiencias en Japón, donde expuso en diversas ocasiones. Datos de este tipo nos ayudarían sin duda a relacionar la gestualidad y el sentido del signo de la pintura de esta mujer con otro tipo de manifestaciones artísticas a parte de la experiencia europea de un Kandinsky o la americana de un Pollock. Así, en Raymond vemos a veces ese lirismo casi caligráfico que nos hace pensar en artistas ligados al pensamiento oriental como Michaux o Mompó, mientras que en Klein desde las Propositions monochromes hasta las antropometrías o el Teatre du vide, todo responde siempre a los principios de búsqueda de la infinitud y el vacío tan ligados también a la filosofía Zen.

En definitiva, parece que la figura de la madre ha servido de excusa una vez más para hacer de nuevo otra retrospectiva del hijo. Porque si de mostrar “herencias” se trataba, seguro que existían otros caminos. Así, si nos tomamos la visita a la exposición como un recorrido por la vida y obra –indisociables- de Yves Klein, el resultado será gratificante: desde sus primeras monocromías hasta sus últimas experimentaciones con elementos naturales como el agua y el fuego, todo está resumido allí.

Jennifer Calles.

...Y MÁS


Rock callejero
GARAJE JACK PREPARA SU NUEVO DISCO


Este mes llega la música a Trazos de la mano de Garaje Jack, una banda madrileña que lleva más de 10 años despuntando en los escenarios de España y que tienen sus raíces en el rock and roll de sus Satánicas Majestades o el de los Black Crowes. Rompiendo muros con su música, sus conciertos han transcurrido por los escenarios de famosos festivales nacionales (Viñarock, Extremúsika), salas, tugurios, e incluso por las cárceles de la capital, donde los presos han podido gozar con sus potentes directos.
Quienes han acudido a un concierto de la banda saben bien que no será el último, porque ya están envueltos por el embrujo que sale de cada golpe de batería, de cada toque de cuerda o timbre de voz; y es por eso que sus fans esperan con ansia su tercer álbum. Este mismo noviembre ha empezado a temblar el suelo del estudio de grabación de Garaje Jack, donde las nuevas canciones de la banda ya están dando forma a su siguiente disco que se espera llegue a la calle en los primeros meses del año que viene.
Para dar alma al grupo, alma en celo (como nombre de su primer disco), está Laura Rubio, una artista flaca, con tatuajes y melena larga, que nos desvela descarada en cada concierto que lleva ese espíritu callejero hasta en las botas y el rock en el corazón. Nos desgarra con su voz en cada canción y, en el directo, juega a ser la niña mala que tiene como cómplice a Óscar, el guitarrista.
De aquí a final de año no tienen por ahora conciertos programados, pero si te ves tentado por conocer a este singular grupo y escuchar sus temas puedes descubrirles en su página web http://www.garajejack.com/ o en www.myspace.com/garajejack.

Paloma Torrecillas.


ARTURO ELENA: LA FÓRMULA DEL ÉXITO


Desde el mes de octubre y hasta el próximo mes de enero, el Museo del Traje CIPE ofrece a sus visitantes la oportunidad de conocer de primera mano el trabajo de Arturo Elena, referente nacional e internacional en materia de ilustración de moda. Cincuenta y dos ilustraciones realizadas en papel de diversos formatos cuentan la historia de un profesional incansable y perfeccionista hasta el paroxismo. Diferentes trabajos para firmas como Roberto Verino, Vittorio & Lucchino o Loewe se erigen en testigos mudos de una trayectoria impecable al servicio de la publicidad y la comunicación. Quien pasea por la sala de exposición va percibiendo la evolución de su técnica -desde los primeros ejemplos que datan de los años ’90 del siglo XX, hasta las últimas creaciones de este año 2009-. Escenas hiperrealistas de extraordinario dinamismo, cargadas en ocasiones de sensualidad, de elegancia o incluso de agresividad, son el sello de identidad y la imagen de una marca. Esbeltas figuras que transpiran modernidad se generan a partir de una técnica de trabajo absolutamente tradicional, libre de toda influencia de las nuevas tecnologías, el artista frente al papel en blanco con su “paleta” de pintor. La creación y combinación de las gamas cromáticas, la consecución magistral de las texturas y el derroche de talento que impregna cada uno de sus trabajos se dan la mano con la inspiración en las fuentes más clásicas de la Historia de la Pintura- Velázquez, Rafael o Mengs-. Aunque en opinión del propio ilustrador no se trata de talento, su perfeccionista técnica y su personalísimo estilo son, sin duda alguna, la fórmula de su éxito y la causa de nuestro asombro.

Rita Sánchez Aragó.