martes, 15 de diciembre de 2009

ENSAYO


COMER CON LA MIRADA



Hace pocos días que hemos podido ver en un espacio de arte de Madrid una actividad titulada Art/Hurt! “Heridas en Venta”. En ella, previa cita telefónica podemos visualizar diferentes tipos de heridas como laceraciones, lesiones de arma de fuego, producción de heridas punzantes o simples raspaduras ejercidas sobre el cuerpo de las dos artistas que forman parte del proyecto. Las citas son a solas, por un lado está el espectador y por otro la artista que se deja rastrear de arriba abajo, explotando una especie de perversión caníbal en la que uno se deja comer por el otro.

Ese acto, el de dejarse engullir por el contrario, se podría equiparar con un espíritu de sacrificio que se testimonia en algunos ritos religiosos como el de honrar a un dios. George Bataille veía en estos rituales la necesidad general de los individuos de lanzarse fuera de sí, o lanzar alguna parte de nosotros fuera de nuestro cuerpo. La artista Gina Pane, quizás asumiendo esta idea del filósofo francés, llevaba a cabo actos performativos en los que se autolesionaba ataviada con una vestimenta de color blanco, subrayando así -gracias a sus ropajes- una relación con esta idea de rito religioso y su consecuente acto de sacrificio. Tampoco nos debe extrañar que estos actos de los que hablamos, junto a los de las artistas de Art/Hurt! Heridas en Venta, sean realizados todos (a menudo) por mujeres, viendo así una crítica por parte de sectores de la sociedad que han sido durante largo tiempo duramente maltratados.

Sin embargo no siempre es necesario que haya una barriga llena de por medio para realizar un acto de canibalismo. Se podría decir que en cierta medida todos nosotros, espectadores e hijos de una civilización violenta, con premios Nobel de la Paz incluidos, formamos parte de un sistema de consumismo visual extremadamente caníbal. Nuestra mirada se sostiene con la controversia, como la del voyeur se alimenta con un deseo sexual saciado al ser contemplado desde la distancia. La televisión o Internet dan buena muestra de ello, sentados en nuestro sofá y haciendo honor a las teorías de Edmond Burke, nos dejamos arrastrar por ese picor curioso que nos lleva a contemplar en muchas ocasiones actos violentos. De esta forma nos convertimos en caníbales de la mirada, comemos con los ojos y satisfacemos así nuestro apetito, sacrificando y lanzando fuera de nosotros mismos nuestros instintos más arcaicos. Así nos transformamos en “voyeurs” y actuamos como ellos, aunque la mayoría operen para satisfacer una necesidad de transacción sexual.

Llegados a este punto, debemos pensar en patrones mercantilistas. La crisis en la que estamos sumergidos también nos obliga a reinventar los campos de negocio del arte. La búsqueda de nuevas oportunidades hace que nos veamos obligados en algunas ocasiones a jugar con la creatividad, hasta tal punto que podemos llegar a vender nuestra propia carne. Sin embargo, a veces, las expectativas de negocio no siempre se cumplen, como le ocurrió por ejemplo a Bernd-Juergen Brandes, famoso por ser comido en Alemania por el caníbal Armin Meiwes, el Caníbal de Rotemburgo. Brandes sólo quería que le comieran su órgano sexual masculino, no deseaba llegar a la muerte, aunque se recreara tal y como haría un “voyuer” de lo más retorcido, en una bañera de agua mezclada con su propia sangre, momentos antes de su fallecimiento.

A pesar de todo esto seguimos devorándonos desde que nos levantamos, en el metro, en la escuela, en el trabajo, en todos lados. Quizás y para concluir, habría que hacerse la siguiente pregunta: ¿Será que tenemos constantemente que recordarnos que todos los deseos del ser humano no pueden ser siempre cumplidos?

Luis Cáceres Cantero.

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