martes, 15 de diciembre de 2009

ENTREVISTA 1


PABLO GENOVÉS


La Galería Estiarte ha expuesto en sus salas durante estos días de noviembre y diciembre la serie “Precipitados”, último trabajo del fotógrafo Pablo Genovés que llevaba ocho años sin exponer en la capital española a pesar de vivir y trabajar entre Madrid y Berlín. A través de estás imágenes y de la mano del artista, estamos preparados para, sin precipitarnos, revisar nuestra historia.

-Con la serie “Precipitados” pareces enviar un mensaje profético de destrucción de nuestro mundo y en concreto de nuestra cultura. Cuál es tu postura ante ese presagio ¿crees que está por venir o que sin embargo viene sucediendo hace ya tiempo?
-Toda la exposición habla de eso, de la muerte no solo de un planeta, que puede ser una interpretación, sino de un final, un momento de cambio radical. Estamos viviendo, desde los últimos quince o veinte años, a una velocidad increíble, y no busco ya una visión catastrofista sino algo así como una llamada de atención. Podrían ser fotos simplemente tremendistas y sensacionalistas, pero creo que hablan de más cosas. No hay tan solo destrucción, también existe un punto de cariño hacia el pasado, el recuerdo, la memoria. No busco el recurso facilón de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Realmente yo creo que las cosas del pasado todavía son y permanecen en nuestro presente. Pero el sistema en el que vivimos nos vende continuamente una idea de evolución que es bastante relativa.

-Como viene siendo normal en toda tu obra, el lenguaje y la técnica que utilizas dice mucho respecto al contenido de “Precipitados”. ¿Podrías explicar un poco su proceso técnico, de dónde vienen esas imágenes y cómo las has manipulado?
-Lo primero que hago es ir por todos los mercados de Europa que puedo, en los que hay muchas postales antiguas y estampas. Allí veo y veo miles de imágenes. En Berlín hay muchísimo material y casi todas las imágenes de “Precepitados “proceden de mercadillos de allí. Cualquier imagen que me dice algo, que me parece especial por lo que sea, la compro. Tengo un archivo de igual unas siete mil imágenes, de las cuales luego hago una selección exhaustiva de la que puede que me quede tan sólo con siete u ocho imágenes. Después llega el momento de combinarlas. A lo mejor, pienso que a una de ellas le vendría bien un cielo determinado y para ello tengo que ponerme a buscar cielos en otras imágenes. Las tengo clasificadas un poco por temas: campos sin construir, construcción, agua, costas, montañas,… algunas, como las del hielo de esta serie, son mías, pero la mayoría vienen de todo un trabajo de apropiación. Yo luego procedo al montaje, muy sencillo, con escáner, photoshop…


-En este último trabajo que presentas te has distanciado de esa ambigüedad entre pintura y fotografía que estaba tan patente en otras series tuyas como “Viaje interior” (2004-08).
-Sí, eso ahora ha muerto, no sé si para siempre. Creo que lo que ha pasado en esta nueva serie es que he mirado un poco más afuera. Las anteriores temáticas eran un tanto más oníricas, en una especie de historia-ficción, y sin embargo “Precipitados” es una mirada más exterior, hacia temas que nos tocan a todos.

-¿Es por eso que consideras tus anteriores trabajos “más intimistas” en comparación con este último, como has dicho en alguna ocasión?
-Indudablemente. Podríamos hablar de un “periodismo-histórico-ficción”. El documento que conforma la postal, que ya había usado con anterioridad, me gusta también por toda la historia que contiene en sí mismo. La connotación de una estampa enviada, luego recibida, guardada, olvidada y con los años recuperada, puesta en venta y comprada por un coleccionista, todo eso hace que sean imágenes cargadas de una energía que yo me propongo interpretar o potenciar a través de una nueva visión. En todo caso, no son imágenes neutras.

-Interpreto que has sustituido en tu fotografía la “huella del hombre”, es decir, la de la pintura presente en trabajos anteriores como “Sucedáneos” (1999-2003), por la “huella del tiempo o la memoria” a través de la apropiación de estas imágenes. Además se intuye una preocupación por dejar constancia del tiempo que ha transcurrido en estas estampas o postales.
-Es verdad, no retoco ninguna de las huellas que el tiempo ha ido dejando en ellas. Y algo que me ha hecho reflexionar y dejar un poco de lado mi pintura es el hecho de que en las imágenes que cojo ya existe mano humana pintando, porque estaban hechas con litografía básica, en blanco y negro, iluminadas… Son muy humanas en ese sentido, ahí ha habido otra persona pintando, realizando ya entonces lo que he planteado en otros trabajos míos. De modo que, ¿para qué volver a hacerlo? Aunque esto tampoco significa que cierre definitivamente esa vía.

-Lo cierto es que “Precepitados” recuerda de algún modo a las fotografías de Candida Höffer, donde bibliotecas, teatros y museos, lugares realizados por y para el hombre, aparecen paradójicamente vacíos, sin rastro de presencia humana. ¿Guarda tu última serie alguna conexión con la Escuela de Düsserldorf?
-Sí, claro que hay relación, porque toda la Escuela de Düsserdorf tiene en común una intención de volver a las raíces de la fotografía y presentarla de una manera diferente. Toda la aproximación a los edificios de la cultura vacíos que hace Höfer es en el fondo, aunque con una cámara, formato y dimensiones diferentes, una aproximación y concepción artística que viene de las postales de 1910. En aquellos años, cuando se iba al teatro o la ópera, como no había otros medios, lo que se hacía era mandar postales del lugar, para dar testimonio de la experiencia. Estas postales que se realizaban sin público ni escenario, porque tenían que servir como documento general, válido para todo el mundo. En ese sentido, como todos los miembros de la Escuela de Düsserldorf, Höfer tiene sus raíces en la fotografía antes de los setenta, antes de ser considerada como arte. Lo que yo hago tiene mucho que ver con todo ello, solo que lo hago apropiándome de los propios documentos.

-Una constante en “Precipitados” son, como hemos dicho, por una parte los museos, teatros y óperas, lugares de encuentro cultural y artístico, y por otra parte paisajes naturales y fenómenos atmosféricos abruptos. Ese tremendo choque entre naturaleza y civilización lleva a la pregunta ¿quién está invadiendo a quién?
-Quién invade a quién, o quién se va a comer a quién. Porque la lectura de estas imágenes también gira un poco en torno a ver en esos libros mojados de la biblioteca el inicio del libro digital, o en los cuadros inundados del museo su sustitución por las imágenes sacadas de Internet. Por tanto, son imágenes que por un lado hablan de algo tan concreto como el cambio climático, pero que también son una reflexión sobre el propio cambio del ser humano, un cambio precipitado y difícil de frenar. Todo va unido.

-Tu obra a menudo reflexiona sobre la veracidad de la imagen fotográfica y su papel documental. ¿Qué opinión te merece el hecho de que se acabe de otorgar el Premio Nacional de fotografía 2009 a Gervasio Sánchez, periodista y corresponsal de guerra?
-Yo creo que Gervasio, desde un punto de vista diferente al de los artistas “clásicos”, está haciendo un trabajo artístico muy interesante en el sentido de que está uniendo todos sus premios para hacer una reivindicación de las víctimas de nuestro occidente maravilloso. Es el único que le ha leído la cartilla a nuestros dirigentes personalmente diciéndoles: esto existe, yo os lo muestro con mi fotografía y vosotros me dais un premio nacional por ello, pero en España somos el tercer o cuarto país exportador de armas a nivel mundial, ¿hasta cuándo tanta hipocresía? En ese sentido creo que ha hecho un activismo que a mí me parece en sí mismo una obra de arte. Me parece muy bien que el periodismo, y toda la fotografía tenga esa doble vertiente.
En todo caso, yo estoy contra los premios artísticos, creo que son una tontería. ¿Quién puede determinar que un artista es mejor que otro? Por eso soy más partidario de becas o ayudas que permitan a los proyectos a salir adelante. O que el Estado premie a los artistas comprándoles obra en lugar de darles una medalla, porque el arte no es una carrera, en el arte nadie llega primero.

Entrevista de Jennifer Calles.

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