sábado, 14 de noviembre de 2009

FOTOGRAFÍA


La Escuela de Düsseldorf


Una de mis secuencias favoritas de la historia del cine forma parte de una película de 1995 que se titula Smoke. Harvey Keitel hace de estanquero sabio y William Hurt hace de Paul Auster. En la secuencia, Harvey Keitel está enseñando a su amigo un álbum de fotos que están hechas siempre desde el mismo sitio, a la misma hora, en Brooklyn. William Hurt las mira, se ríe con cara de no saber muy bien si les están tomando el pelo y dice: “son todas iguales”. Y Harvey Keitel, que se está fumando un puro con cara de Papá Noel, contesta: “no, lo que pasa es que no te fijas”.

Esa secuencia explica y enseña a apreciar el trabajo de dos fotógrafos alemanes, marido y mujer, que crearon una de las escuelas más fructíferas de los últimos decenios. Se llamaban Bernd y Hilla Becher y hacían fotos de edificios industriales. Todas iguales, como las de Harvey Keitel en Smoke, pero todas distintas. Un monumental catálogo de cosas que a nadie se le habría pasado por la cabeza fotografiar porque todo el mundo estaba harto de verlas. Menudo hallazgo. Al tomar como protagonistas de sus imágenes algo así de cotidiano, los Becher proponían una solución ante la gran incertidumbre de todo aspirante a fotógrafo. “¿No sabes de qué sacar fotos? Pues sácalas de lo que tengas más cerca, y no pares”. Así de simple. De los adosados de tu pueblo, de las clases de la facultad, de las camas de tus amigos. Sólo hay dos condiciones. Uno, que las fotos sean impersonales; y dos, que te comprometas y formes una colección lo más grande posible.

Los alumnos de los Becher formaron lo que se ha venido a llamar Escuela de Düsseldorf. Y como por España pasan muchas exposiciones suyas, se me ha ocurrido presentároslos. No están todos los que son, pero sí son todos los que están.




THOMAS RUFF
El más experimental. Empezó como el prota de Amelie, coleccionando retratos de fotomatón, y ha terminado digitalizando el porno que se descarga de Internet. Su gran aportación fue aumentar la escala: una foto sosa, si es grande, ya no es tan sosa.

CANDIDA HÖFER
Sus fotos son como ir a la biblioteca de la facultad cuando no hay exámenes: un enorme espacio interior, vacío y lleno de sillas. A título de curiosidad, os cuento que en 2000 se pasó por el Palacio Real y sacó una foto donde se veía la mesa puesta para el Rey.

THOMAS STRUTH
Empezó madrugando para hacer fotos de calles desiertas, pero se hizo famoso con imágenes de museos. Si alguna vez os habéis colocado delante de un cuadro del Prado y os habéis preguntado qué se supone que tenéis que hacer, seguro que os gustan.

AXEL HÜTTE
Es quien lleva más al extremo la idea de fotografiar algo que no es fotogénico. Sus imágenes son como pedazos de un cuadro de Friedrich: un trozo de césped y un montón de niebla. Al explicar su obra, los críticos hablan de lo sublime. Ni más ni menos.

ANDREAS GURSKY
Mi favorito, el fotógrafo vivo más cotizado. Para empezar, su concepción de “objetividad” incluye el retoque con Photoshop. Y para terminar, una idea: antes de que Amenábar descubriese Google Earth con Ágora, Gursky ya había estado allí.

Rafa G.

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