miércoles, 14 de octubre de 2009

RELATOFOTOGRÁFICO

DESDE UNA TERRAZA, TOMANDO CAFÉ...




-¿Qué tienen en común un niño militar, un profesor de alemán que además es contorsionista y un viejo predicador que confía su mensaje a un trozo de cartón?
- ¿Son familia?
- No.
-¿Viven en la misma calle?
- Todavía no, espera a que el desfile doble la esquina.
-¿Se conocerán?
- No lo sé, quizás ya se conozcan. O…
- Por cierto, ¿cómo sabes que los profesores de alemán tienen esa pinta?
- He tenido unos cuantos.



No es la primera vez que juegan a este juego. Gonzalo y Daniel. Gonzalo es periodista y escritor aficionado. Daniel profesor de francés e inglés en un instituto público. Ambos andan en la treintena. El uno vive en Madrid y el otro en Berlín, pero se conocieron hace años en Londres. Ambos adoran el jazz, la música clásica y la literatura. Daniel toca el piano como un semidiós y Gonzalo domina los espacios de la ficción. Lo suyo fue una amistad a primera vista. Coincidieron en un curso de inglés para erasmus cuando apenas habían cumplido los veinte y hasta hoy. Todos los años engañan al tiempo una semana y recuperan su antigua vida juntos. Una semana de vacaciones que dedican a recorrer alguna de las grandes capitales europeas. Las pasean, las exploran, charlan y reinventan las relaciones entre los lugares y las personas que se encuentran mientras toman café en las terrazas.



- ¡Una mujer!
-Ehhh, digamos que todavía no.
- Todavía no...¡es una niña!¿Se llama Franzisca y lleva trenzas?
- Se llama Franzisca, lleva trenzas y da mucho la lata, sí esa es. Rebauticémosla Iris, mensajera de los dioses, llamada a cambiar las reglas del juego llevando a su destino nuestras aladas palabras. ¿Qué te parece que se conozcan?
-Cuéntame.
-Esa Franzisca parece lista y bastante descarada, convéncela de que el profesor es un mago, el predicador un rey encantado y de que su caballero está a punto de doblar la esquina. Sólo tiene que conseguir que el caballero mate al mago para que el predicador recupere su forma original. Cómprale un helado.

Resulta que esa Franzisca, que efectivamente es muy descarada, está encantada con su papel en la historia y su helado de fresa y mango. En cuanto el desfile hace su aparición en escena, localiza al caballero y corre a informarle. El niño -no esperemos reacciones racionales- le pega un empujón y la tira al suelo, ella, milagrosamente, consigue salvar el helado. Como el caballero rechaza cumplir con su destino, se dirige ella misma a ajusticiar al mago. Por su parte, el profesor de alemán contorsionista, al ver llegar a la niña, despliega todos sus encantos artísticos envolviéndolos en una misteriosa pero reconfortante sonrisa. Franzisca- Iris no se deja engañar y le pega con un palo que lleva preparado para la ocasión.

La mamá de Franzisca, que está sentada en la mesa de al lado, ha empezado a preocuparse por su nena. Hace un rato que no la ve y cuando la localiza corriendo por el parquecito del bulevar, lleva en la mano un helado que ella no le ha comprado. La mamá se disculpa con su amiga y se acerca a buscar a la pequeña. La encuentra parada delante del predicador. No se ha atrevido a decirle nada, el tipo le da miedo. Franzisca se viene abajo, al fin y al cabo sólo tiene nueve años, llora, hipa y termina por señalar con dedo acusador la mesa en la que están sentados Daniel y Gonzalo.

- Es hora de partir amigo.

Relato de Beatriz Talaván y fotografías de Rfa.

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