jueves, 15 de octubre de 2009

FOTOGRAFÍA



THOMAS DEMAND
EN LA NEUE NATIONALGALERIE

Creo que ya sé en qué consiste eso que llaman el placer estético. Está a medio camino entre el desprecio, el asombro y el reconocimiento. Me gustaría contaros que lo he aprendido en la facultad, pero la triste realidad es que me he tenido que ir a Berlín para hacerlo. Allí, en la Neue Nationalgalerie, han colgado las fotos de un tal Thomas Demand. ¿Y eso?, os preguntaréis, ¿es tan bueno? Mi teoría es que su éxito no tiene nada que ver con ser bueno o no, sino más bien con esos tres momentos del placer estético: el desprecio, el asombro y el reconocimiento. Demand ha sido lo suficientemente hábil como para sacar fotos que susciten las tres sensaciones. Os voy a contar cómo y, con un poco de suerte, entenderéis a qué me refiero.
DESPRECIO: El desprecio es consustancial al arte: si un artista no suscita desprecio, probablemente nunca llegue a ARCO, ni a los libros de Taschen. A Thomas Demand es muy probable que se le desprecie por ser vulgar y anodino. Sus fotos no retratan nada especial, sólo una esquina de la bañera, una mesa con los papeles revueltos, el cuarto de la limpieza. Más de uno, al verlas, pensaría que “eso también lo hago yo con la cámara de mi móvil”. O con la de la primera comunión. Y al pensarlo sentirá un arrogante estremecimiento de gustirrinín. Ese temblor, esos pelos de punta en el cogote, son el primer nivel de placer estético.

ASOMBRO: ¿Qué hay que hacer para asombrar? El único truco que no falla nunca es el truco del virtuosismo. Si haces algo difícil y encima lo haces bien, ya tienes a todo el mundo con la boca abierta, babeando. Y Thomas Demand lo sabe. Cuando uno mira atentamente su foto de la bañera, o de la mesa, o del cuarto de la limpieza, descubre que en realidad no son lugares reales, sino reconstrucciones con papel y cartón. El tío se curra unas maquetas perfectas y luego les hace la foto. Es inevitable quitarse el sombrero, como cuando vas por la playa y ves un castillo de arena con torres y puentes levadizos. Y ese gesto, ese reconocimiento del prodigio, es la segunda forma de placer estético.

RECONOCIMIENTO: He aquí que llegamos al tercer punto. Tanto el desprecio como el asombro son sensaciones más propias del esteta poco sofisticado, pero el “reconocimiento” suele estar asociado a individuos cultivados. Es el escalofrío de vanidad que se siente cuando se conoce algo. “Yo sé”. Con las fotos de Thomas Demand, sólo unos pocos están capacitados para experimentar esta refinadísima forma de placer. Su bañera reconstruida con papel y cartón, por ejemplo, no es una bañera cualquiera, sino la bañera donde apareció muerto Uwe Barschel, presidente del estado alemán de Schleswig-Holstein. Únicamente quienes conozcan las fotografías originales podrán decodificar la imagen, pillar el guiño y sentirse listos. Y lo mismo con las otras fotos de su exposición: todas son re-construcciones de los escenarios de la historia reciente de Alemania.

La pregunta que cabe hacerse es… ¿cuál de estos tres recursos utilizados por Thomas Demand ha jugado un papel más determinante para que se consagre en la Neue Nationalgalerie. Eso, queridos, lo decidís vosotros.

RFA.

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