THOMAS DEMAND
EN LA NEUE NATIONALGALERIE
Creo que ya sé en qué consiste eso que llaman el placer estético. Está a medio camino entre el desprecio, el asombro y el reconocimiento. Me gustaría contaros que lo he aprendido en la facultad, pero la triste realidad es que me he tenido que ir a Berlín para hacerlo. Allí, en la Neue Nationalgalerie, han colgado las fotos de un tal Thomas Demand. ¿Y eso?, os preguntaréis, ¿es tan bueno? Mi teoría es que su éxito no tiene nada que ver con ser bueno o no, sino más bien con esos tres momentos del placer estético: el desprecio, el asombro y el reconocimiento. Demand ha sido lo suficientemente hábil como para sacar fotos que susciten las tres sensaciones. Os voy a contar cómo y, con un poco de suerte, entenderéis a qué me refiero.
ASOMBRO: ¿Qué hay que hacer para asombrar? El único truco que no falla nunca es el truco del virtuosismo. Si haces algo difícil y encima lo haces bien, ya tienes a todo el mundo con la boca abierta, babeando. Y Thomas Demand lo sabe. Cuando uno mira atentamente su foto de la bañera, o de la mesa, o del cuarto de la limpieza, descubre que en realidad no son lugares reales, sino reconstrucciones con papel y cartón. El tío se curra unas maquetas perfectas y luego les hace la foto. Es inevitable quitarse el sombrero, como cuando vas por la playa y ves un castillo de arena con torres y puentes levadizos. Y ese gesto, ese reconocimiento del prodigio, es la segunda forma de placer estético.

La pregunta que cabe hacerse es… ¿cuál de estos tres recursos utilizados por Thomas Demand ha jugado un papel más determinante para que se consagre en la Neue Nationalgalerie. Eso, queridos, lo decidís vosotros.
RFA.
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