jueves, 11 de junio de 2009

GALERÍAS



MADRID / GALERÍA ARNES & RÖPKE

Sigmar Polke:
"Entre lo solemne y lo irónico"

Les propongo una cosa: imaginen por un momento esa obra maestra de Caravaggio, la naturaleza muerta que supone su Cesta de fruta. Ahora quítenle cada uno de los elementos que contiene. Primero las hojas, después las manzanas, el limón y todos los elementos naturales que quedan. Cambien aquellos objetos por otros que nos sean cotidianos en nuestra vida contemporánea, por ejemplo en una oficina. Situemos un vaso con agua, unas tijeras y cambiemos las escenografías, una barroca por otra del siglo XXI. Si elevamos todo, hasta casi tocar el cielo, obtenemos una fotografía de Sigmar Polke. La ingravidez que caracteriza a sus elementos cotidianos, trata de evocarnos eso que el pintor italiano Caravaggio, anhelaba hacer con los géneros menores de la pintura. Las naturalezas muertas que hasta entonces eran vistas como vulgares, debían empezar a tomar la importancia que merecen en la historia de la pintura. Este proceso se desarrolló de la misma forma en la fotografía. Sigmar Polke trata de catapultar sus objetos hasta convertirlos en cosas extraordinarias. Un aura mística aparece en sus instantes congelados, otorgando a los elementos cotidianos todos los matices que nos pasan inadvertidos durante la fluidez normal del tiempo. Los objetos vulgares se convierten así en objetos artísticos y pasan de una esfera íntima a otra universal y pública. Una cierta desestabilización a la hora de captar sus imágenes, provocada por ligeros movimientos al disparar la cámara, aportan matices borrosos que acentúan el carácter “movedizo” de nuestra memoria. ¿Es verdad que ví un pepino en mitad de una de sus fotografías?, ¿forma parte todo ésto de un carácter con una racionalidad profunda o es un simple juego de ironía?

Hasta el 31 de Julio.
Crítica de Luis Cáceres




LONDRES / MICHAEL HOPPEN GALLERY

Ofer Wolberger:
"(life with) Maggie"

Al entrar por la puerta de la Michael Hoppen Gallery, situada relativamente cerca de la estación Victoria de Londres, un pasillo cuyas paredes están llenas de recortes de periódicos nos da la
bienvenida. El visitante no sabe muy bien si se ha equivocado de edificio y sólo unos carteles le indican el camino hacia la planta superior. Desconcertado e inseguro, sube las escaleras hasta una sala. Es ahí donde nos espera ellaU una mujer enmascarada sin apellido, sin edad, sin biografía. Solo conocemos su nombre: señoras y señores, esta es Maggie. Ella es la protagonista de las fotografías que decoran las paredes blancas, pero es una protagonista que parece no tener historia. No hay ningún dato que nos ayude a saber quién es y qué hace en esos lugares donde está retratada. Ni siquiera sabemos si está contenta o triste porque la máscara que le oculta el rostro nos impide saber más. Entonces, unas preguntas aparecen en el aire: ¿para qué lleva la máscara? ¿qué quiere ocultar detrás de ella? Quizás el visitante se equivoca al preguntarse estas cosas: a lo mejor detrás de la máscara no se oculta nadaU.puede que Maggie no lleve máscara, sino que ella sea la máscara. Puede ser un personaje sacado de algún collage del pasado que ha querido visitar el mundo real. Ha saltado de su mundo para convertirse en una turista del nuestro. De ahí que viaje por distintos lugares en los que la cámara del fotógrafo Ofer Wolberger la retrata posando delante de objetos y paisajes. Sólo visitando distintos lugares, Maggie conseguirá encontrar algún sitio donde encajar. Solo encajando y sintiéndose parte de un lugar podrá construir su propia identidad, una identidad que sea real. De esta forma, el personaje ficticio creado por Wolberger ya no será ficticio, sino tan real como cualquiera de nosotros. Maggie se ha cansado de ser el rostro de una muñeca de porcelana, se ha cansado de ser un personaje alienado movido por un titiritero. Quiere ser ella la que decida. Pero para eso necesita primero reescribir su propia historia, llenar su álbum de fotos.

Hasta el 25 de Julio
Crítica de Naiara Valdano

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