miércoles, 8 de abril de 2009

EXPOSICIÓN 2



LA BELLA DURMIENTE


Museo del Prado

La Bella Durmiente, exposición que nos propone el Museo del Prado, alberga pintura de la época victoriana procedente del Museo de Arte de Ponce (Puerto Rico). Todos estos artistas procedían de la "Hermandad Prerrafaelista", una corriente que surgió en 1848 con la intención de reformar la pintura inglesa de ese momento, que se regía por unas líneas muy conservadoras y grises establecidas por la Royal Academy.

En la muestra se exhiben pinturas de artistas como Millais, Burne-Jones o Rossetti, inspirados en las pinturas románticas de Heinrich Fussli y el mundo onírico y simbólico de William Blake, uno de los más reivindicados por estos pintores. Se sentían fascinados además por la pintura “antes de Rafael” como la de Botticelli, Fray Angelico, Piero Della Francesca, o incluso la de Miguel Ángel. Un deseo de inocencia y pureza se palpa las obras, siendo de una depuración exquisita.

Los Hermanos pintaban sobre una tela preparada con blanco puro. De ahí la sorprendente frescura e intensidad de sus colores. Detestaban el claroscuro y se burlaban del principio clásico de graduar la luz desde los bordes del cuadro hasta el centro. "Su luz es la del Sol, que todo lo ilumina", los defendía su paladín, Ruskin. En la mirada prerrafaelista todo está presente con la misma intensidad esteroscópica en todos los planos, lo que deriva en la ausencia de relieve: la visión del pintor y la del espectador comparten una agudeza unánime que viaja sin pausa por el espacio hasta el infinito.

La importancia de la mujer en la pintura prerrafaelista es crucial, pues se convierte en símbolo. En un contexto de pintura de denuncia social, debemos destacar especialmente el papel que juega la mujer en la nueva sociedad. En Francia, la mujer era símbolo de modernidad y se asimilaba a la ciudad, pero se hacía desde un punto de vista positivo. En cambio, cuando, a partir de 1850, la pintura de los prerrafaelitas empieza a tratar estos temas, se hace desde un punto de vista crítico concretamente ejemplificado en la figura de la prostituta. Así pues, hay una focalización de la mujer como sujeto de cambio negativo, ya que la única mujer aceptada entonces era la que estaba subyugada al hombre, el hogar y la familia. Sin en embargo, los prerrafaelitas dan una connotación un poco diferente al tema, introduciendo también una crítica a la moralidad del hombre.

Otra manera en la que aparece la mujer es como mujer hechizadora, no sólo por sus poderes sobrenaturales, sino por su capacidad de atracción sexual. Poder de atracción que reside en su belleza (belleza como trampa mortal). La conjunción de belleza y maldad será característica en este tipo de mujeres, como puede verse en Morgana de E. Burne-Jones.

El gusto por los temas mitológicos ingleses, así como la ensoñación, la evocación, la luz y la belleza simbólica llenan las salas del Prado. En algunas de las obras podemos ver a los personajes tendidos en lechos. Dormidos, muertos o hechizados, confieren armonía a las composiciones. Como sus esplendorosas naturalezas, que nos hacen sentir que estamos en un cuento de hadas donde todo es posible. Además, la técnica de los prerrafaelitas es muy precisa. En los dibujos se aprecia que, aunque fuesen en contra de la Academia, tenían unos conocimientos muy elevados.

El Sol ardiente de junio, de F. Leighton, y El sueño del rey Arturo en Avalón, de E. Burne-Jones, dos de los lienzos más simbólicos de la pintura inglesa del XIX, hasta ahora nunca se habían visto en España, y estarán colgados en el Museo del Prado hasta…. Por su parte, El sueño del rey Arturo en Avalón (1881/1898) es un lienzo inconcluso de más de seis metros de largo y tres de ancho, que representa una extraña mezcla de realismo y retirada hacia el mundo de la fantasía característico del experimento prerrafaelista. Así flores, hierba y frutales responden al mandato de la observación, mientras que la historia y las figuras son el tributo a la imaginación. Pero la joya de la exposición será Sol ardiente de Junio, enmarcada en dorado y que, pese a su retorcida posición y su gran tamaño, no deja de transmitirnos, a través de una bella figura, una sensación placentera de paz, tranquilidad y calma.

Victoria-Ana Elunku Asanqono.

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