sábado, 11 de abril de 2009

CINE: Crítica



LOS ABRAZOS ROTOS
Pedro Almodóvar


Lo último de Almodóvar sale económico. Ves no una sino dos películas: Los abrazos rotos, melodrama algo forzado, y Mujeres y maletas, comedia fluida, desternillante y que, sin duda, debería ser la verdadera protagonista. Así es, Almodóvar, cuyo cine siempre es punto de reunión de todas las artes, definitivamente ha hecho su propia noche americana. Mujeres y maletas, película dentro de la película, sirve al director para hacer un personal homenaje al séptimo arte, así como a sus propios comienzos en él. El problema surge cuando ese homenaje nos atrapa más que la historia que se quiere contar, es decir, Los abrazos rotos, dos horas de película en las que podríamos parafrasear a Patti Diphusa en La Luna: ¡Uf! Es increíble lo creativa que soy, sin darme cuenta ya he escrito más de dos folios y todavía no he dicho NADA.

Jennifer Calles.


SLUMDOG MILLONAIRE.
Danny Boyle.


Hitchcock decía que al espectador hay que darle gato por liebre. El gato, en su caso, se llamaba McGuffin. Un McGuffin es un truco para que te enganches y tragues con todo creyendo que has tomado liebre. Slumdog Millionaire, por ejemplo, está plagada de McGuffins. Pero cada uno tiene que decidir cuál es el suyo. Por un lado, la historia de un “perro de chabola” que sale en la tele puede pasar por retrato de la India disfrazado de concurso de Telecinco. Ahí, el McGuffin sería el concurso. Pero también podría ser que la historia del protagonista estuviese para despistar, y que el verdadero interés lo generase el programa. En este caso, la gente habría ido al cine a ver Quién quiere ser millonario en pantalla grande. Y, de postre, se habría llevado Mira quién baila.

Rfa.


GRAN TORINO.
Clint Eastwood.

Antes de rodar Gran Torino, Clint Eastwood hizo tres cosas: revisar los VHS de Harry el Sucio, leer la Biblia y bajarse el último Batman. De Harry Callahan tomó las sentencias de verdugo cínico que tantas camisetas iguales adornan en Malasaña y las apuntó para Mr. Kowalsky, su nuevo personaje. De la Biblia tomó a Cristo, sin espinas pero con la misma historia de redención y sacrifico. A continuación Clint Eastwood llamó al restaurante coreano de la esquina, pidió fideos y revisó por encima El Caballero Oscuro. “Maldita sea”, dijo, “si ésta película es la última que hago, quiero tener la misma ronquera de estreñido que Christian Bale. O, por lo menos, gruñir como un murciélago”. Al día siguiente, Eastwood empezó a rodar y le salió una genialidad.

Rfa.

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