jueves, 9 de abril de 2009

EXPOSICIÓN 1



Sombras de la Historia del Arte



En su ensayo “Elogio de la sombra”, el escritor japonés Tanizaki narra cómo Occidente a dado la espalda a la sombra para centrarse en la luz, mientras que Oriente se recrea en ella y la hace partícipe de sus obras. Algo parecido dice E.H. Gombrich: los grandes pintores de la historia del arte occidental han dejado de lado el elemento sombra dentro de sus composiciones, ya sea por motivos de índole religiosa-metafísica que por motivos técnicos.

El museo Thyssen-Bornemisza busca dar luz a este tema con una gran exposición que, sin embargo, deja ciertas partes en “sombra”, ya que no queda del todo claro cuál es el verdadero papel que juega ese elemento pictórico dentro de las diferentes épocas artísticas. Desde el momento en que la pintura se plantea el abandono de las formas hieráticas y rígidas del románico y el gótico por la búsqueda de estructuras más cercanas a la realidad, evidentemente la sombra comienza a jugar un papel importante dentro de las composiciones artísticas, no como elemento en sí mismo, si no como instrumento para alcanzar la realidad de proporciones y espacio.

Dividida en once secciones, la exposición comienza con una serie de obras que ilustran el hipotético origen de la pintura en Corinto, donde una joven muchacha, hija del alfarero Butades de Sición habría trazado el contorno de su amante sobre una pared a la luz de una vela, según cuenta Plinio el Viejo. A partir de aquí comienza un análisis de la sombra, desde el Renacimiento (momento en el que la búsqueda de la perspectiva comienza a ser importante para conquistar el espacio de una manera creíble, por lo que mediante el juego lumínico artistas como Lorenzo di Credi o Jan Van Eyck consiguen que la figura comienza a ocupar un volumen dentro de un espacio medible) hasta su presencia en el cine, con un papel destacado para la cinematografía surgida en el ámbito del expresionismo alemán.

A través de obras de los Caravaggistas de Utrecht, George de la Tour, Rembrandt o Pieter de Hooch observamos cómo durante el Barroco la sombra invade el espacio de escenas preferentemente religiosas, vencida solamente por pequeños focos luminosos surgidos de velas o cristaleras. Con el Romanticismo surge el lado siniestro y sublime de la sombra, por lo que Goya, Wright de Derby o Millet profundizan en esa “estética de lo siniestro” a través de obras en las que los personajes surgen y se mueven desde las sombras. Pero en el Impresionismo se da una vuelta de tuerca a este elemento, el cual abandona el carácter narrativo de las épocas anteriores para someterse a un profundo estudio plástico acerca de las posibilidades que el juego “luz-sombra” ofrece a pintores como Pissarro o Sisley y sus vistas de paseos nevados.

Con las primeras vanguardias cubistas y su visión bidimensional la sombra desaparece hasta que De Chirico la retoma en sus vistas de una Ferrara metafísica. Junto a él, los artistas de los realismos mágicos dan un uso cinematográfico y algo siniestro a la sombra, como sucede en las obras de Willink, Hopper o Christian Schad. El Surrealismo jugará con la sombra para enriquecer su estética de los sueños y dotarla de cierto carácter onírico, y con la aparición de la fotografía surge una nueva vertiente que dará mayores posibilidades a fotógrafos como Rodchenko o Man Ray para investigar los usos y significados que la sombra tiene dentro del espacio artístico.

Umberto Castillo Biscari.

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