domingo, 3 de mayo de 2009

CREACIÓN: Ensayo

CRISTINA IGLESIAS
LA DRAMATIZACIÓN DEL ESPACIO


Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956) es bien conocida por cambiar el vocabulario de la escultura a través de la creación de espacios o ambientes basados en nuestra experiencia y por su uso de tradiciones arquitectónicas y literarias que se utilizan en relación a un determinado lugar, ya dado. Utilizando pantallas y fachadas, construcciones que a menudo actúan como una “piel”, las instalaciones de Iglesias crean perímetros sólidos o de filigrana que normalmente ocultan y revelan al mismo tiempo un espacio interior, creando estancias de imaginación y de representación en las que aparentemente su sentido nos es dado, pero su misterio se mantiene. Como alfombras voladoras dibujando un laberinto de pasillos, sus superficies veladas traen a la mente las intrigas de un mundo ficticio en el que lo que es accesible sigue estando ligeramente oculto, detrás del ornamento de una estructura árabe de celosía o de una pantalla de tracería jalli mogola.

La artista creó dos grandes obras de instalación, un pabellón doble de pantallas metálicas tejidas suspendidas vertical y horizontalmente en todo el espacio como una tienda de nómadas flotante, que envuelve al espectador y transforma el espacio. La luz, que ilumina la obra desde arriba, crea sombras sobre el suelo y las paredes, donde la presencia espectral de un idioma indescifrable provee un encuentro con las palabras escondidas en patrones de símbolo e imagen, de oscuridad y luz. Lo que a primera vista parece abstracto se convierte en resumen literal tras un escrutinio más detenido, revelando un enigmático motivo caligráfico extraído de las palabras del clásico de ciencia ficción de Arthur C. Clarke de 1973, Rendez-Vous con Rama.


Estas dos grandes esculturas-habitaciones, que tenían como claro referente sus Celosías, llenaban por completo el espacio principal de la galería neoyorkina donde se expusieron por primera vez en 2005. En estas obras Iglesias combina varias disciplinas que incluyen escultura, arquitectura, fotografía y en cierta manera, literatura. En estas obras emplea hebras de alambre de hierro galvanizado y patinado que trenza y prensa para crear paneles que forman porosas estructuras que asemejan tiendas o carpas.

En gran parte de la obra de Cristina Iglesias, hay un sentido de lo siniestro. No sólo por como juega con nuestras nociones de lo familiar, obligándonos a experimentar distintos tipos de espacios u objetos de un modo al que no estamos acostumbrados. Sus estancias, por ejemplo, son a la vez familiares, reconocibles, extrañas, temibles. Pero obligándonos a contemplar los detalles, nos trae hacia la obra y perturba nuestro equilibrio.

De un modo parecido, esta obra es un ejemplo de lo siniestro de F. W. J. Schelling, como “todo lo que debería haber permanecido secreto y oculto pero ha visto la luz”. El aspecto secreto, oculto de la obra es su artificio, materiales artificiales con los que se construyen ciudades o textos que aparecen y desaparecen ante nuestros ojos. Buscan la luz y al mismo tiempo se adentran en la oscuridad. Observar estas obras provoca terror y placer, el deleite del placer que suscitan las pantallas en oposición a la opresiva acumulación de texto metálico. La artista alude tanto a la huida como al confinamiento: depende del espectador navegar entre lo fantástico y lo siniestro.

Los textos que escoge Cristina Iglesias para cubrir sus obras se suele decir que se refieren a mundos cerrados. Mundos creados completamente en la imaginación del autor. Mundos en los que el escritor hábilmente proyecta un lugar que tiene ser adaptado por el lector, quien entra por tanto en un mundo cerrado. Seguramente la intención de estos escritores es invocar un mundo que sugiera otros mundos a sus lectores.

La tensión entre el mundo aparentemente cerrado de las esculturas de Iglesias y las posibilidades que crea cada pieza es lo que hace tan apropiada su elección de escritores como Roussel, Huysmans, Ballard o Clarke. Cuando nos adentramos en una de sus estancias rodeada de texto y luz, se nos invita a seguirnos moviendo. No es un mundo perfecto. Está lleno de imperfecciones e incongruencias. El placer que se nos plantea, por supuesto, es encontrarlas.

Sebastián Jurado.

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