sábado, 7 de marzo de 2009

EXPOSICIÓN 1



Carne y realismo en el Prado


"Si se piensa que mis obras son violentas es que no se ha pensado previamente en la vida... No llego a ser tan violento como la propia vida", decía Bacon cuando le preguntaban por el desconcierto que desataban sus cuadros. Proveniente de la Tate Britain de Londres, llega a las salas del Prado una exposición que nos permite conocer la obra de Francis Bacon, el cual aterriza en su tan adorado museo, donde pasó horas observando y analizando las pinturas de Goya o Velázquez., con unas 70 pinturas y una serie de documentos que nos permiten conocer mejor al artista.

Bacon no tuvo una infancia feliz: nacido en Dublín, vivió bajo la batuta de un padre autoritario que con dieciséis años le echó de casa al manifestar sus orientaciones homosexuales. Su formación artística fue prácticamente autodidacta, y hacia 1929 comienza una producción pictórica al óleo actualmente pérdida porque el mismo Bacon la destruyó insatisfecho de los resultados. Es a comienzos de la década de los 40 cuando el artista vuelve a su pasión, y crea las obras que ahora conocemos.

A través de diez secciones el Museo del Prado muestra el mundo particular de las obsesiones del artista, el cual representaba temas actuales pero utilizando de manera extremista los medios clásicos de la pintura. Las crucifixiones y trípticos, tipologías que Bacon pintó en momentos cruciales de su carrera a pesar de la paradoja que el tema religioso significaba para un ateo convencido, son obras en las que la brutalidad y el miedo (instintos que recorren toda su producción, junto al análisis de la carne y sus texturas) se mezclan con la atracción por el ritual del sacrificio. Los santos son sustituidos por monstruosas figuras de carnalidad explícita, con una fuerte presencia dentro de espacios vacíos, y con una visión violenta a la par que laica de esos antiguos cuadros religiosos.


Destacan así mismo los retratos, muy frecuentes a partir de la década de 1960, y en los que Bacon buscaba reinventar este género: nuevamente en espacios vacíos dotados de algún que otro objeto cotidiano, los personajes se muestran distorsionados en su apariencia con la intención de buscar la verdad más profunda del retratado, ya sea mostrando el cuerpo humano desnudo como mera carne comestible, o la fragilidad y patetismo del personaje (como en el caso de los retratos de su amante George Dryer). No hay que olvidar la importancia de la serie que Bacon dedicó al retrato de Inocencio X de Velázquez, transformando el personaje en un Papa enjaulado cuyo grito es manifestación de la tensión entres espacio interior y exterior.

Por último, la exposición permite apreciar la importancia que la fotografía tuvo en la obra de Francis Bacon, el cual dio uso a muchas imágenes como son las célebres instantáneas de Muybridge sobre el movimiento del cuerpo humano como se atestigua en “Niño paralítico andando a gatas” del 1961.

Habitualmente la obra de Bacon se malinterpreta como una agresión denigrante contra las formas naturales, pero ¿qué sucede si pensamos que su pintura corresponde más bien a todo lo que el mundo real tiene necesariamente de denigrante y agresivo?

Umberto Castillo.

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