domingo, 11 de enero de 2009

Luis Cáceres

LA DELGADA LÍNEA DEL PODER

Decía Victor Hugo que la palabra Fatalidad, encontrada entre los muros de Notre Damme, le inspiró para escribir su novela homónima del XIX. Si miramos bien el fotomosaico de Joan Fontcuberta descubriremos los secretos más terribles de este término. En 1975 Pasolini los paseó por la cinta de Saló o Los 120 días de Sodoma. El director dejó plasmado el sello del Marqués de Sade en una película en la que un grupo de oligarcas supervivientes del régimen fascista someten a un grupo de adolescentes a las torturas más infames que existen.

En una fortaleza una serie de hombres uniformados practican la sodomía o la coprofagia, con unos jóvenes que la mayor parte del tiempo aparecen desnudos. Los dominadores son seres monstruosos revestidos por el aura de poder que otorga la vestimenta uniformada al que la lleva puesta. El juego de roles entre quien domina y quien es dominado se ve fortalecida por eso que parece tan banal y etéreo como es la vestimenta. Esta dominación potenciada por el uniforme llega a convertirse en una fuente de placer sexual para el que abusa del poder que ejerce y que está relacionado con la idea de violencia.

Por otro lado los uniformes nos dan las pistas de la función social de cada una de las personas en nuestra sociedad. Si nos encontramos ante un incendio sabemos que los que nos van a ayudar son los que van vestidos o vestidas con el uniforme de bomberos, o si hemos sido víctimas de un atraco confiamos en el hombre o mujer que lleva el traje de policía sin pararnos a realizar ningún examen a dicho sujeto, cuestionando su bondad o profesionalidad. Pero ¿Qué ocurre cuando se invierte el código social del sujeto uniformado? ¿Y si el policía uniformado se convierte en el ladrón, o mejor, y si el qué debe asegurar qué se repelan los actos violentos se transforma él mismo en un violento sádico y fetichista? La respuesta es clara, contundente y atiende a un nombre de dos palabras: Abu Ghraib.

En la cárcel iraquí se volvió a jugar con el término Fatalidad, la de los horrores allí practicados fue recogida como testimonio del sadismo en la instantánea de una fotografía. Una como la que te puedes llevar de recuerdo de tus vacaciones en lugares exóticos -quizás así se la llevaron estos soldados-, como las de esos viajes al paraíso de la libertad, la misma que se atreven a decir algunos expresidentes americanos que es producto de Dios. Fruto de esta “libertad” existe ahora un informe que se puede consultar en Internet, se trata del Final Report of The Independent Panel to Review DoD Detention Operation de 2004. El fotomosaico de Fontcuberta fue realizado utilizando diez mil imágenes disponibles en la Red. Estas se localizan introduciendo en Google los nombres de las personas y cargos citados en dicho informe.

Al ver la fotografía de cerca y examinar cada una de estas 10.000 imágenes nos encontramos con algo parecido a un archivo de los horrores. Uno similar al de Crhistian Boltanski y su Reserva de Suizos Muertos. Un testimonio de una demanda contra la violencia para la que no se ha tenido que utilizar sino sólo una imagen que tiene el poder de denuncia y testimonio de diez mil instantáneas. Diez mil personas con nombres y apellidos a los que arrastra esta soldado inmiscuyéndoles en un caso para el olvido. Estos son como el hombre desnudo e indefenso que tiene atado por el cuello y tirado sobre el suelo. Esta fotografía nos recuerda la delgada línea que separa la posición de los roles entre el dominador y el dominado, pues su adjudicación es sólo una cuestión de oportunismo.

Luis Cáceres.

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