martes, 6 de enero de 2009

Rafa G.

TXEMA SALVANS EN BLANQUERNA

Habría que colgar de los dedos de los pies al tipo que inventó aquello de “mira al pajarito”. Y lo mismo con el que dijo que en las fotos de las vacaciones es mejor salir todos apretados y juntitos, como los futbolistas. Si vais a ver la exposición de Txema Salvans que hay en Blanquerna (ese centro cultural catalán de la calle Alcalá, justo enfrente del Círculo de Bellas Artes), descubriréis que todo son mentiras, falsas leyendas. Las mejores fotos son ésas donde cada cual mira hacia donde le da la gana y todo el mundo sale escaqueándose por el foro. Como las de Salvans. Txema Salvans es, básicamente, un fotógrafo dominguero: hace fotos de domingos y las publica en los dominicales. Domingo de boda, domingo de siesta en la Casa de Campo, domingo en la playa. Dominguerismo elevado a la categoría de arte fotográfico por obra y gracia de una cámara que se asoma a la cotidianeidad ibérica desde el lugar más insospechado, casi siempre el del ombligo. Las suyas son fotos con banda sonora de transistor y gritos sesteros, como aquel de “nene, no te bañes todavía que tienes que hacer la digestión”. Vamos, que si pasas a Bigas Luna por el blanco y negro de Cartier Bresson, te sale esto: un españolismo de manual, falto de pose y con melón chorreando por las comisuras de los labios. Si hubiera que hacer un chascarrillo, yo señalaría lo irónico que resulta el hecho de que fotos tan ibéricas hayan llegado a Madrid de la mano de la Generalitat de Catalunya. Pero como lo que toca es ponerse serio y hacerse el listo, digo que lo mejor de estas fotos es que están llenas de vida, porque siempre sale un montón de gente y, encima, todos se mueven como condenados. Lo dicho: colguemos de los pies al fotógrafo que usa trípode y pajarito.

Rfa.


ANSEL ADAMS

La próxima vez que tengáis un tiempo muerto entre clase y clase, entrad en el aula de informática y buscad en Google “Ansel Adams”. Vais a quedaros flipados. Ansel Adams fue un fotógrafo de paisajes en blanco y negro, probablemente el mejor. Cuando este señor tenía cuatro años, un terremoto le rompió la nariz. Sé que suena a chiste, pero sospecho que eso determinó su carrera artística porque, desde entonces, cada vez que se miraba en el espejo tenía ante sí la demostración de que la naturaleza es una fuerza colosal, abrumadora. Lo sublime poéticamente resumido en una nariz rota… y en un montón de fotos alucinantes. Con su cámara y su cicatriz telúrica, Ansel Adams consiguió una cosa muy difícil: que el paisaje conservase toda su fuerza a pesar de haber perdido el color. Nada de puestas de sol coloradas ni de qué verdes eran mis valles: blanco y negro puro y duro, a saco, con unos contrastes impecables, donde las montañas de Yosemite o los desiertos de Nuevo México revelan una belleza abstracta. Algunos fotógrafos han acusado a Adams de escapista porque buscaba un paraíso sobre la Tierra justo cuando el mundo empezaba a irse al carajo. Pero yo creo que no, que era todo lo contrario. Ansel Adams fue uno de los primeros ecologistas convencidos, se iba al monte y se pasaba allí semanas con su cámara y su fotómetro, feliz de la vida sin cruzarse con nadie. Andad, echad un ojo en Google, ya veréis cómo mola. Y si aun así no estáis convencidos de que este tío era un genio, os recomiendo una cosa. Subid a una montaña, haced una foto desde la cumbre y llevadla a una tienda de revelado. Cuando la veáis en papel, probablemente os parezca vulgar. Y entonces comprenderéis el mérito que tienen las de Ansel Adams.

Rfa.

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